Miles de personas salieron este sábado a las calles de Roma para dar el último adiós al papa Francisco al paso de su cortejo fúnebre, que en su viaje hasta su tumba bordeó el Coliseo o la histórica iglesia de los jesuitas y pasó por los antiguos vestigios de los Foros Imperiales.

El último viaje del pontífice argentino fue sobre un papamovil que llevó su féretro a la que será su tumba: la basílica romana de Santa María La Mayor.

El ataúd salió de las murallas del Vaticano a las 12.30 hora local (4.30 en San Salvador) por la Puerta del Perugino, la que da acceso a la que a lo largo de sus más de doce años fue su residencia pontificia, la Casa Santa Marta.

Después, emprendió su ruta por esta soleada y primaveral Roma a lo largo de seis kilómetros en los que, en todo momento, estuvo acompañado por miles de personas que abarrotaron las aceras coreando su nombre, emocionados, o capturando el momento con sus teléfonos.

El pontificado del Papa Francisco, quedará en la historia por su carácter innovador y por los numerosos precedentes que estableció. Desde su elección en 2013 como el primer sudamericano y jesuita, hasta su decisión final respecto a su lugar de descanso eterno, el pontífice marcó caminos nuevos en la historia de la Iglesia católica.

Jorge Mario Bergoglio eligió ser sepultado en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, en lugar de las tradicionales grutas vaticanas bajo la Basílica de San Pedro.

Esta elección representa una ruptura significativa con la costumbre establecida durante más de un siglo. Desde el entierro de León XIII en la Archibasílica de San Juan de Letrán en 1903, todos los Papas habían sido inhumados dentro de los confines del Vaticano, mayoritariamente en las Grutas Vaticanas. La decisión de Francisco, por tanto, no es un detalle menor, sino una declaración.

La elección de la Basílica de Santa María la Mayor como lugar de sepultura responde a una profunda conexión espiritual y emocional del Papa Francisco con este antiguo santuario mariano. A lo largo de su pontificado, el argentino solía detenerse allí antes y después de cada viaje apostólico, para encomendar sus intenciones y agradecer la protección de la Virgen María, a quien veneraba bajo el título de Protectora del Pueblo Romano

En su testamento, Francisco expresó: “Deseo que mi último viaje terrenal termine precisamente en este antiguo santuario mariano, donde siempre me detengo a rezar al inicio y al final de cada viaje apostólico”.