Recomendaciones desde el análisis médico.
Es lamentable reflexionar a partir de un accidente de tanta envergadura. Y conmociona, aparte del saldo en heridos y fallecidos, no porque sea el primero o porque sea el que más revuelo provocó en las redes sociales y en los círculos de funcionarios públicos de alto nivel como el presidente de la República y de la Asamblea Legislativa. Sino porque se pudo haber prevenido.
El siguiente análisis pretende delimitar el enfoque para finalizar apuntando las recomendaciones que son más que imperativas, ya imperiosas echarlas andar.
Si analizamos desde la óptica de un médico, los accidentes vehiculares constituyen complejos eventos sistemáticos y sistémicos dado que su ocurrencia responde a una cadena intrincada y multidireccional de sucesos (biológicos, sociales, culturales, económicos) y actores esencialmente humanos, tanto individuales como colectivos que se manifiestan con lesiones tanto materiales [sean humanas (leves, graves o muy graves) , vehiculares, estructuras viales (calles, aceras), contenido de la carga transportada] como inmateriales (afectan en tiempo, espacio, producción económica, sentimientos, daño a monumentos). Es decir, no sólo se trata simplemente de reducir el caso a señalar la culpabilidad del que maneja o de quienes manejan, tampoco sólo es la calle, solo es el peso, solo es la velocidad, solo es la empresa, solo se trata de la vigilancia policial de tránsito, solo del Estado; son todos ellos y ubicados en una serie temporal y espacial simultánea, antecedida por una rutina y decisiones respectivas. Al entenderlo así, el propósito del médico es influir en todos y cada uno de esos elementos, llamados factores de riesgo, para evitar el siniestro o disminuir lo aparatoso o letal del mismo.
Si bien es cierto, el médico aparece hasta que ya están los heridos, para hacer una clasificación de atención, los leves, los graves y los muy graves; eso no obsta que ese sea el papel exclusivo del médico; claro, es sanar, pero, se debe ampliar hasta la prevención.
Por lo tanto, desde esta perspectiva, los casos que han ocurrido anteriormente, incluido el último ya bastante sabido, se vuelven fenómenos de análisis para elaborar planes de prevención de los mismos. En otras palabras, según la lógica médica, el accidente ocurrido es la enfermedad epidemiológica vial, prevenirla será retomar elementos resaltados en la misma. Eso implica un minucioso análisis sobre la naturaleza de la misma, detenernos en describir lo observado, lo ocurrido, porque ello nos aporta pistas de las líneas causales que llevaron al problema, no sólo los aspectos de la física como velocidad, masa, aceleración, momento, puntos de apoyo, sino factores quimico-biológicos, como estado de alcohol u otras sustancias psicoactivas en el motorista; sociales, como la presión social del supervisor o dueño para llevar la carga, económicos (la disponibilidad proporcional de motoristas y camiones para trasladar una carga) culturales (imprudencia y temeridad del motorista, desinterés por la vida y seguridad del dueño de la empresa hacia los motoristas) y demás aspectos implicados.
Inicialmente podemos centrarnos en quien se han concentrado las miradas, el que determinó la cadena de eventos desafortunados, el vehículo pesado, entonces, primero hay que encontrar la categoría poblacional en la que se encuentran las personas que conducen tal vehículo involucrado. Para este tipo de caso, los que manejan vehículos pesados (buses, microbuses camiones, furgones, etc.) ofrecen peculiaridades fenomenológicas clínicas cotidianas diferentes, por ejemplo, la mayoría de los conductores no son dueños del automóvil, y pertenecen a una flota empresarial pública o privada; la mayoría privada. La mayoría de ellos están sometidos a horarios inhumanos y de explotación de su salud, mal alimentados, pésima higiene del sueño, poca o nula educación formal y por lo tanto, carecen de óptima educación vial, abusan de sustancias psicoactivas para mantenerse despiertos, debido al alto grado de estrés, varios recurren a las bebidas alcohólicas, tabaco, u otro tipo de drogas ilegales; están poco tiempo con sus familias, lo que agrega mayor carga psicológica, con el agravante de carecer de prestaciones médicas o ningún permiso para asistir a chequeos médicos y permite desarrollar un perfil epidemiológico laboral de riesgo.
Lo expuesto inmediatamente anterior, nos plantea múltiples características, interrelacionadas, pero cuya matriz causal nos señala a una relación laboral, entre el motorista y el dueño de la empresa. Es en ese binomio donde deben realizarse cambios para alterar muchas anomalías antes enumeradas.
Enunciar lo anterior, no significa victimizar o satanizar al motorista, tampoco implica liberar de la responsabilidad de los actos al conductor o al dueño de la flota empresarial. Únicamente establece el análisis para abordar los factores causales que culminan en tragedias viales como la reciente. Tampoco implica ignorar la velocidad de los otros vehículos, el descuido de los otros conductores, del exceso de vehículos, del estrés vehicular general que las ciudades enfrentan, de la necesidad de mayor contundencia de los elementos estatales de control vial, de las leyes de transporte necesarias, etc. Todo lo contrario, determina el eje central donde deben apuntar las nuevas configuraciones sociales, económicas o legales pertinentes.
Por lo cual, me permito señalar las recomendaciones que considero responden al análisis previamente vertido:
1- Las acciones tanto preventivas, correctivas y si fuera necesarias, punitivas deben ser enfocadas primordialmente hacia las gigantes (Énfasis en transnacionales) y grandes empresas (incluidas las subcontratadas) dueñas de medios de transporte de carga.
2- Revisar estrictamente la presión laboral ejercida por las empresas (jefaturas, supervisores y en todos los niveles) en cuanto al control de horarios de entrega y recepción de productos de las empresas sobre los motoristas.
3- Verificar rigurosamente capacitación en educación vial por parte de la empresa a motoristas.
4- Evaluar la exigencia y la inversión de parte de las empresas en el oportuno mantenimiento mecánico y eléctrico de los automotores.
5- Desarrollar una ley, y hacerla cumplir ineludiblemente (con altas multas) que haga vinculante el uso se reguladores de la velocidad a todo automotor pesado, cuyos costos de implementación sean pagados únicamente por los dueños de las empresas sin cargarlos a los consumidores de los productos.
6- Elaborar un censo del número de empresas, los automotores pesados y motoristas con los que cuenten, así como las rutas y horarios respectivos.
7- Confirmar minuciosamente si el número de los equipos móviles (vehículos pesados y motoristas) es proporcional al producto que requiere transporte, para intentar medir el abuso de tiempos, velocidad y presión laboral para cumplir metas.
8- Chequear a los motoristas en su estado de salud, en cuanto a condiciones de higiene ocupacional y medicina del trabajo contempladas en la ley.
a) Horarios dignos.
b) Pausas correspondientes diarias.
c) Tiempo adecuado de almuerzo.
d) Atención a las vacaciones anuales o segmentadas.
e) Respeto a sus consultas médicas por enfermedades crónicas.
f) Atención en salud mental periódica.
g) Cumplimiento estricto de las incapacidades sin violencia verbal o psicológica.
h) Evaluación de uso o abuso de sustancias psicoactivas (café, té, chocolate, o drogas prohibidas que alteran el estado de alerta).
9- Establecer una unidad de atención, control y verificación de automotores pesados empresariales en el viceministerio de transporte, dado su papel protagónico en los accidentes automovilísticos más aparatosos.
Aldo Hernández es Doctor en Medicina. Maestro en Métodos y Técnicas de Investigación Social. Posgrado en Pedagogía. Profesor universitario de Anatomía Microscópica de la Universidad de El Salvador. Coordinador de Clínica Metabólica local del ISSS.