La semana pasada, el partido ARENA se quedó sin la mitad de la junta directiva de la estructura partidaria de jóvenes, la Juventud Republicana Nacionalista(JRN). Primero, el partido tricolor pidió la cabeza de Andie Failer, quien fungía como director de comunicaciones de esta instancia juvenil. Su falta fue organizar una entrevista colectiva con el periódico El Faro, en la que dieron su opinión a favor del aborto y se mostraron abiertos a garantizar los derechos de la comunidad LGTBI —postura contraria a la que ha mantenido históricamente este partido de derecha—. Días después, en solidaridad con Failer y por coherencia con su propia visión política, renunciaran otros cinco de sus miembros de la JRN.
“A lo largo de los últimos 35 años, estos principios que sustentan ARENA han sido nuestra fortaleza moral y debemos defenderlos en beneficio de la sociedad salvadoreña”, rezó un comunicado del partido tricolor. La apertura y renovación de la que hablan constantemente los máximos dirigentes de ARENA se quedó nuevamente solo para el discurso.
Aunque en el ámbito económico, la mayoría de areneros se califica como “liberales”, desde hace algunos años, han surgido dos grandes grupos al interior de este partido de derecha. Por un lado, están aquellos que quieren a una ARENA alejado de los preceptos conservadores de la moral y la religión. Por el otro, hay un grupo que quiere que la conducta de sus militantes se base en “Dios, Patria y Libertad”, como lo manda uno de sus principios.
El segundo grupo es el dominante, y ganó las elecciones internas de ARENA a finales del año pasado. Su presidente, Mauricio Interiano y su equipo no representan más que a la “vieja guardia” de este instituto político, fundado por Roberto d’Abuisson —señalado de estar al frente de los “Escuadrones de la Muerte” durante la guerra y de ser el autor intelectual del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero—.
En el otro extremo de la palestra política (si es que lo podemos ubicar así porque cada vez sus posturas se parecen más) el FMLN, una organización nacida en tiempos de guerra al igual que ARENA, ha sido caracterizado por ser verticalista. “El Frente” no ha permitido el relevo generacional en las diferentes estructuras orgánicas. La máxima autoridad orgánica, Medardo González, ha permanecido en la Coordinadora General desde el 2004 hasta 2010 y luego en la Secretaría General desde 2010 hasta la actualidad. Entre otras cosas, el FMLN no tiene ninguna persona como diputada menor a los 30 años.
En los últimos años, el FMLN se ha cerrado a la renovación.Probablemente el tema sea un tabú, por todas las divisiones que tuvo a finales de los ‘90 y a principios del 2000. De las cinco organizaciones que crearon el FMLN a inicios de los ‘80, solo dos mantienen el control en este partido: el Partido Comunista (PC) y las Fuerzas Populares de Liberación (FPL). La diversidad de visiones que existía durante el génesis del FMLN, como guerrilla, poco a poco, se fue reduciendo luego de la firma de los Acuerdos de Paz y su transformación a partido.
Cerrar de tajo la puerta a las voces críticas, incluso de sus mismas bases o simpatizantes, puede hacer que este partido pierda más el poder acumulado. En 2012, muchos de los alcaldes del FMLN que habían sido cuestionados por sus administraciones, fueron mantenidos como candidatos a la reelección. ¿El resultado? Muchos municipios considerados bastiones, como Apopa, Quezaltepeque, Mejicanos, Soyapango o San Martín,fueron perdidas. Ese año el Frente pasó de 35 diputados a 31 legisladores. El relevo generacional no trae automáticamente la renovación, porque los jóvenes también pueden representar a las líneas más conservadores de los institutos políticos.
Según los resultados de la última encuesta de la UCA, presentados en enero de este año, el 58.2 % de los encuestados consideran que la democracia puede existir sin los partidos políticos. El espacio para la juventud crítica, que no solo obedece los lineamientos de sus dirigencias, puede dar a los partidos políticos la esperanza de sobrevivir en una sociedad, que a cuentagotas, pierde cada vez más la credibilidad en los partidos políticos.