María López Vigil, escritora y periodista cubano-nicaragüense, fue monja por 13 años. Renunció porque consideró que era una vida “sumamente artificial” la que viven las mujeres religiosas en comparación de los hombres que estudian para el sacerdocio.
Por varios años fue corresponsal en América Latina para una revista española. Conoció El Salvador cuando le dio cobertura al asesinato del padre Rutilio Grande. En ese contexto, a finales de los años 70, se fascinó con la figura de monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien para ese momento ya era arzobispo de San Salvador.
María López Vigil dice que la comunicación con Romero se estrechó tanto, tras la segunda visita que realizó Monseñor al Vaticano — para buscar apoyo frente a las violaciones a los derechos humanos cometidos por el Gobierno y los escuadrones de la muerte—, le confesó lo decepcionado que venía del encuentro con el papa Juan Pablo II.
Según ella, hubo una discusión de tipo político entre monseñor y el papa. Juan Pablo II insistía en que Romero se tenía que llevar bien con el Gobierno; y monseñor decía que el Gobierno estaba masacrando al pueblo. En el fondo el papa no lo entendió y Romero le dijo:
— Yo me atreví a decirle: ‘Santo padre, Jesús dijo que él había venido a traer espada, no paz’.
—Y le dijo el papa: ‘No exageres’.
López Vigil considera que Juan Pablo II fue un “personaje nefasto” que retrocedió en la descentralización de la Iglesia, en el diálogo ecuménico con otras iglesias cristianas y causó un retroceso en la liturgia.
Ella adapta una plática que tuvo con el teólogo fallecido Juan Mateos sobre cuál sería el proyecto político de Jesús — “Socialismo anárquico”— con lo que se debería hacer en América Latina: Socialismo democrático.
¿Usted estudió para monja?
Fui monja, pero me equivoqué.
¿Por qué?
Porque no se reflexiona suficientemente que el machismo al interior de la Iglesia hace que, hoy tal vez menos, pero en mi tiempo la vida de las religiosas es sumamente artificial y cerrada, a la diferencia de la vida de los que estudian para sacerdote. Yo tenía el contraste con mi hermano José Ignacio, él estudió para jesuita y también lo dejó. Pero yo veía la diferencia, la posibilidad de estudios, de viaje que tenía él.
No me arrepiento, uno aprende de todo. Incluso, hay una frase, yo soy de origen cubano, yo nací en Cuba, allá está mi ombligo. José Martí tiene una frase que siempre me ha servido, “Yo viví en el monstruo”, decía José Martí y “le conozco las entrañas”. En este caso, el monstruo era Estados Unidos, le tocó estar en el exilio en Estados Unidos mucho tiempo. Yo he vivido en el monstruo y le conozco las entrañas, es decir, conozco la religión más tradicional, más impositiva, más machista. Entonces, no me arrepiento, me parece que he aprendido. Viví en ese monstruo y le conozco las entrañas.
¿Ha cambiado ese monstruo?
Viene cambiando. El Concilio Vaticano II la hizo cambiar algo a la Iglesia católica, pero hubo un retroceso. Juan Pablo II fue un personaje nefasto, a mi manera de ver. No aceptó el Concilio Vaticano II en ningún sentido, verdad. No estamos hablando solo sobre la interrupción absoluta del embarazo. Hubo un retroceso en la descentralización de la Iglesia, hubo un retroceso en el diálogo ecuménico con otras iglesias cristianas, hubo un retroceso en la liturgia.
Es decir, todos los avances que el Concilio Vaticano II, 1961- 1965, representaron; han ido para atrás. Fueron para atrás 28 años del papado Juan Pablo II, hubo un retroceso también a nivel teológico. En las relaciones políticas de la iglesia, Juan Pueblo II defendió las dictaduras militares de América Latina; y si no las defendió… las toleró. Es decir, Juan Pablo II llegó a Chile entusiasmado a saludar a Augusto Pinochet. Juan Pablo II llegó a El Salvador en 1983, y en Nicaragua condenó severamente al poeta Ernesto Cardenal, que era ministro de Educación en la revolución; y vino aquí a El Salvador el día siguiente y le dio efusivamente la mano a Roberto d’ Aubuisson, que ya para entonces se sabía que él era el asesino intelectual de Monseñor Romero. Todas esas cosas fueron un retroceso en los avances que la Iglesia católica tuvo en los años 60.
¿Usted en qué año se salió?
En 1974.
¿Usted vivió un par de años en cuba?
No, no, no. Yo viví mi infancia y adolescencia en Cuba.
¿Y después se fue a Nicaragua?
No. Después me fui a España donde fui monja.
¿Cuánto tiempo fue monja?
13 años. Yo soy muy vieja, no me importa decirlo. Es decir, tal vez vos no llegás—ríe—Yo salí de Cuba a los 16 años para hacerme monja, a los 30 años salí de monja y estudié periodismo en los últimos años del franquismo, una verdadera esquizofrenia, empecé a trabajar como periodista al salir de monja.
¿En dónde estaba trabajando usted?
En una revista católica, que en aquel tiempo era sumamente progresista, se llamaba “ Vida Nueva” y a mi me tocó cubrir la Iglesia en América latina. Es ahí donde yo conozco El Salvador, donde conozco a Monseñor Romero, donde conozco a muchos teólogos de la liberación. Yo conocí personalmente a Monseñor Romero en 1979.
¿Esa revista era de la Iglesia católica o a personas católicas?
Sí, era una revista de orientación católica que pertenecía, en ese momento, a la Conferencia Episcopal española, pero era un momento de apertura. .Estamos hablando del año 1974, en el 78 llega Juan Pablo II. 1974 a 1981 yo trabajé en esa revista como responsable de la información de América Latina, es ahí donde me enamoro de El Salvador y vengo a El Salvador.
¿Y cómo es que se enamora de El Salvador?
Tuve que cubrir el asesinato de Rutilio Grande, empecé a conocer a El Salvador, y en se camino son los tiempos de Monseñor Romero, 1977, yo le cubría todas sus homilías y todas las cosas que decía. Para mí Monseñor Romero es el hilo de oro que me une a la Iglesia católica.
Yo soy la autora del libro “Piezas para un retrato de Monseñor Romero” y cuando yo lo conocí fue cuando Juan Pablo II lo humilló en su segunda visita al Vaticano y él me contó ese momento, soy la única persona que lo escuchó y yo me sentí responsable.
¿Y qué le dijo?
Lo humilló en el sentido, primero no le dio la audiencia en Roma, y cuando se la dieron, Monseñor venía con mucho material de cómo estaban ofendiéndolo a él, a él le dijeron endemoniado, le dijeron que le iban a hacer un exorcismo, era el tiempo de “Haga patria, mate un cura”; y Monseñor Romero llegaba al vaticano con un montón panfletos que estaba haciendo ARENA. El papa desestimó esa información y dijo que el Vaticano no tenía tiempo de leer todos esos papeles.
Había sucedido, en mayo del 79, hacía muy poco tiempo el asesinato del padre Octavio Ortiz, que murió en El Despertar; y Monseñor llevaba una fotografía de cómo lo habían maltratado, masacrado y cómo habían matado a los jóvenes que estaban ahí y el papa desestimó y le dijo: “Pero, ¿era un guerrillero, verdad? Y eso Monseñor me lo contó con lágrimas en los ojos. Yo eso no lo puedo olvidar, es uno de los momentos que más han marcado mi vida.
Finalmente, hubo una discusión de tipo político y el papa insistía en que él se tenía que llevar bien con el Gobierno y Monseñor decía que el Gobierno estaba masacrando al pueblo. En el fondo el papa no lo entendió y Monseñor me dijo: “Yo me atreví a decirle, ‘Santo padre, Jesús dijo que él había venido a traer espada no paz‘. Y le dijo el papa, “no exageres”.
Él se sintió, pero no humillado, esa es mi interpretación. Él estaba dolido como un niño que no había sido entendido, porque Monseñor era un hombre muy institucional Eso me lo confió él a mí y eso me ha ligado a El Salvador hasta el día de hoy. Eso fue lo que yo dije: “Yo tengo que defenderlo”, verdad… No lo conté a nadie hasta que a él lo mataron.
¿Usted aún seguía aquí en el país cuando lo mataron?
Bueno, yo vine a vivir aquí a El Salvador y estuve tres meses, porque me agarraron presa…
…Eso le iba a preguntar. Leí una nota en el periódico El País, de 1981, que habla sobre su arresto….
Estuve presa en la Policía Nacional Nacional como una terrorista internacional. Yo jamás en mi vida he tenido un arma en mi mano ni ha sido mi propósito, pero el origen cubano; te estoy hablando de 1981, era un tiempo de una gran represión. Yo vengo aquí, vengo de Nicaragua, y soy nacida en Cuba y tengo un pasaporte español, por el tiempo en que yo viví en España. Entonces, ellos interpretaron eso como que yo era una espía o un caballo de Troya o yegua de Troya que estaba aquí en el país, que yo era terrorista; y me agarron presa en un operativo que parecía que iban a agarrar a Bin Laden, y era yo..
Hay un artículo también que habla sobre su arresto y se hace una crítica a su novela “Un tal Jesús”…
…¡Claro! Porque “Un tal Jesús” también ya había sido, no es un libro era una serie radial, pero ya había sido libro y sancionado por la jerarquía y todo eso. Entonces, no sé lo que pensarían de mí, pero estuve presa…
…¿Y dónde fue capturada?
En un momento que había toque de queda y estado de sitio. Entonces, yo estaba hospedada en unos apartamentitos pequeños muy cerca de la UCA. Ellos rodearon la zona de Jardines de Guadalupe y ellos pensaron que, yo había llegado en mayo de 1981, a mí me capturan en agosto. Ellos pensaron que ese pupilaje donde yo me hospedaba era un lugar de una persona nueva, cuando ellos revisan y requisan el cuartito donde yo vivía, descubren que soy nacida en Cuba y sacan una conclusión estúpida de que yo soy espía cubana.
Era curioso, en aquel tiempo había una dependencia en la policía que se llamaba CAIN, Centro de Análisis Información Nacional. Cuando a mi me llevan a la policía yo oigo que, “lo va a ver CAIN”, y entonces yo pienso “Cain y Abel”. Entonces yo dije, “Púchica, Caín me viene a matar a mí, no puedo creerlo”.
Yo tengo como tres cartas de monseñor Romero, algunas por su secretaria, pero otras es personal, y ellos tenían eso. Entonces ellos hicieron las cosas más grandes de lo que era. Yo caigo presa, estoy toda la noche en una celda, estoy siendo interrogada toda la madrugada, toda la mañana, toda la tarde, hasta que la embajada de España interviene por mí y los jesuitas, le debo la vida a ellos.
Yo estuve tres días, dos días más o menos, en manos de la policía y lo que seguramente leíste en El País, no sé si leíste un texto que yo escribí que se llama “Señor policía”. Él me interroga, a mí me interrogaron con los ojos vendados, el bueno y el malo. Uno para insultarme y el otro para ser bueno conmigo. Pero cuando ya interviene el embajador de España, a mí me interroga un paramilitar armado, pero yo lo estaba viendo. Las cosas que no le dije, porque no me atrevía, se las digo, “señor policía cuando usted me decía tal cosa lo que yo le decía..”
¿Cómo le llegó la noticia de la muerte de monseñor Romero?
Yo estaba en la redacción de la revista Vida Nueva, donde yo trabajaba, y era 25 de marzo por el cambio de horario. Yo me entero en la mañana que mataron a monseñor Romero. Yo estaba segura que lo iban a matar. Desde que yo le escuché ese maltrato que recibió de parte de Juan Pablo II, que realmente Monseñor no lo interpretó como maltrato, él me lo contó a mi como desahogo, antes de agarrar un avión. Él estaba de paso por Madrid, venía de Roma, Madrid, San Salvador, había sucedido la famosa matanza de catedral que vimos en la televisión en los tiempos que no había ni Youtube ni nada.
Entonces, yo llegué a la conclusión de lo que lo iban a matar. Después, yo tenía ya la invitación para ir a Nicaragua donde el padre César Jerez, guatemalteco jesuita, y cuando él—monseñor Romero—manda la carta a Carter, enero de 1980, el padre Jerez, provincial de los jesuitas, se deja venir al Vaticano para defender a monseñor Romero, porque ya es un conflicto también con el Gobierno de Estados Unidos. Me acuerdo que César, que ya yo lo conocía, me llamó y me dijo, “María, lo van a matar, lo van a matar”.
Yo vivía, desde que yo lo conocí, desde ese enero de 1980, en la certeza de que lo iban a matar. Entonces, cuando yo recibí la noticia, no sé quién me llamó, me dijo “Mataron a Monseñor Romero”, estábamos grabando “Un tal Jesús”. Yo llamé a mi hermano, José Ignacio, que estaba grabando. Grababamos en España con artistas latinoamericanos; y yo le dije a mi hermano que le dijera a los artistas que habían matado a Monseñor. Cambiamos incluso un texto, en el capítulo donde matan a Juan Bautista, nosotros pusimos y hacemos una escena donde el soldado que le va a cortar la cabeza…Juan Bautista. Sabes que a Juan Bautista que denunció a Herodes le cortaron la cabeza. Entonces, nosotros hacemos una escena donde el soldado que le va a cortar…a Juan Bautista le pusimos en su boca las palabras de Monseñor, en el sentido de “revélate compañero. Las órdenes injustas que ve una autoridad injusta no tienen que obedecerla”. Ese fue nuestro homenaje a monseñor Romero, cuando estábamos grabando, cambiamos el audio y el libro cuando ya se publicó estaba dedicado a él, a un tal monseñor Romero.
¿Sigue creyendo en Dios?
En el Dios de Jesús, sí. En el Dios que tiene un infierno, que castiga, que juzga a las mujeres que se interrumpen su embarazo y las castiga con el infierno, no en ese Dios yo no creo. Yo creo en el Dios de la compasión, y cada vez creo más en el Dios que también es mujer, que también es femenino, que puedo pensar que Dios es femenino, no solo en masculino.
¿Usted ya no cree en la Iglesia?
Sí, me une a ella monseñor Romero. Monseñor yo le tengo un enorme cariño y respeto. No hay vez que hable en público y que no le diga, “Monseñor, guíame con tus palabras”, porque monseñor Romero era una persona que se asustaba un poco en un diálogo bilateral, le daba temor. Cuando él se veía en una multitud, él se crecía. A mí me pasa al revés, yo estoy aquí no tengo problema, pero si estoy ante una multitud, entonces siempre le pido a Monseñor que me ayude.
Sí pues, yo tengo una enorme simpatía por el papa Francisco, él es el principal autoridad de la Iglesia. Yo no diría que yo creo en la Iglesia. He nacido en esa cultura. Mi padre estudió para sacerdote en Roma, mi hermano fue sacerdote, es decir, la Iglesia es una casa donde yo nací. Pero cuando pienso en mi abuela, yo la quiero, pero no creo en las cosas que ella me decía, pero la quiero. La quiero porque ella fue mi abuela, es muy diferente cuando uno dice, “quiero, pero creo”. Una gran cantidad de cosas que la iglesia dice no las creo.
¿Por qué Monseñor Romero significa tanto para usted? Porque hubo más religiosos que estaban comprometidos con las luchas populares y fueron asesinados catequistas, los mismos jesuitas de la UCA. ¿Por qué Monseñor Romero?
Conocí a todos los seis jesuitas asesinados, los conocí personalmente, especialmente a Ignacio Ellacuría. Segundo Montes fue el primer sacerdote que a mí me habló de El Salvador, cuando yo era una periodista que ignoraba todo lo de El Salvador y quedé sorprendida de que en El Salvador mataban a un sacerdote.
Fíjate que el amor, el cariño no tiene una racionalidad. Monseñor Romero, creo que a veces me regañaría por las cosas que yo digo; yo pienso que otro Dios es posible. Yo quiero a ese viejo. Le tengo un enorme cariño, un respeto inmenso. Las personas que me contaron de él para escribir el libro, me hicieron quererlo más. Uno quiere a las personas, pero quiere a las personas que conocieron a esa persona. Cuando yo construí “Piezas para un retrato de Monseñor Romero” me encontré con tanto cariño para ese hombre, que yo lo quiero, es el orgullo para la iglesia de Centroamérica.
Monseñor Romero no es salvadoreño, no es solo de los católicos, cuando yo veo el cariño que ha despertado ese hombre en el mundo. Yo tuve la suerte de conocerlo en un momento muy difícil para él y él me mostró cariño. O sea, esa carta que yo tengo, que me parece un tesoro, él también creo que me tuvo cariño, es correspondencia.
Fotografías: Josué Parada
¿Cómo ve los otrora grupos guerrilleros o movimientos populares que ahora han llegado a los gobiernos de los países latinoamericanos y las transformaciones por las que luchaban no se han visto, incluso, muchos han sido cuestionados por corruptos?
Vivo en un país donde tenemos al frente un presidente, bueno no mucho guerrillero fue, él fue un prisionero político de Anastasio Somoza, pero ha traicionado los ideales de la revolución, es corrupto, mafioso, es autoritario, es dictador, está repitiendo la historia.
Pero conozco en Nicaragua, no quisiera juzgar a los guerrilleros desalvadoreños, no los conozco; pero sí conozco en Nicaragua a gente que luchó contra Somoza y que han sido fiel a principios de justicia social, de honestidad y compromiso por el pueblo.
¿Qué pienso? Pienso que los seres humanos no se nos debe dar mucho poder porque no sabemos utilizarlo. Pienso que la corrupción es una tentación permanente para quienes tienen poder. Pienso que quienes tienen poder deben ser vacunados diariamente y no hay vacuna. Pienso que la especie humana a la que pertenecemos no está preparada para manejar un poder tan enorme como hoy en día se le da a políticos, a banqueros. Pienso que ese mal de la corrupción no solo es de los guerrilleros de izquierda, también es hoy en día de quienes tienen poder económico y comercial en el mundo.
En ese sentido, veo en monseñor Romero alguien que tuvo mucho poder, el poder máximo de la Iglesia católica de El Salvador, una persona que sabía, eso es lo que más me fascina de monseñor Romero, no es una persona que diga, “Yo no sirvo, no tengo poder” y se va en chancleta en la calle. No, era poderoso. Sabía usar el poder usa el poder y le dio vuelta. Puso el máximo poder de la iglesia a favor de quienes tenían menos poder en El Salvador, eso me parece su principal mensaje.
Monseñor Romero podría haber sido un cardenal de la Iglesia católica, llegó a arzobispo porque tenía poder y sabía usar el poder. Llegó un momento en que cambió y me demuestra que teniendo el máximo poder, en lugar de mal usarlo, lo usó bien. Cuando más subió, bajó a la gente. Así comienzo yo el libro de Monseñor Romero, es decir, podía haber sido mucho más y en el momento del máximo poder fue cuando cambió. Me da confianza, y esperanza en que la gente puede cambiar.
¿Cree que se ha perdido la esperanza que América Latina pueda cambiar esas desigualdades económicas que existen? Muchos sectores populares creían en esa izquierda y se ven en algunos casos defraudados. Incluso a nivel internacional se ve el resurgimiento de grupos de ultraderecha con principios basados en la xenofobia o racismo.
Es decir, todo lo que se había avanzando, parece ser que vamos retrocediendo. ¿Cuál es la esperanza que debe tener América Latina ante este contexto?
Es un giro. Nunca la historia ha sido lineal. Me gusta lo que decía Bernie Sanders, me gustaba escuchar a ese viejo, porque a veces decimos que es de los jóvenes el futuro; y hay que tener cuidado porque los jóvenes pueden ser más conservadores; él acuñó el tema del socialismo democrático. Yo creo que el socialismo es el futuro, porque el socialismo es la comunidad.
Yo me acuerdo que le pregunté a un gran teólogo, Juan Mateos, uno de los mejores traductores de la Biblia en España, cuando estábamos escribiendo “Un tal Jesús” y le dije a Juan Mateos, “Decime en palabras actuales, ¿cómo sería el proyecto político de Jesús de Nazaret”. Me dijo, “Socialismo anárquico”, no dijo democrático dijo “ socialismo anárquico”. ¿Por qué? Porque socialismo es algo que tiene que ver con la comunidad, con principios comunitarios; y anárquico porque el anarquismo es el cuestionamiento del poder autoritario, del poder absoluto, del poder totalitario. Entonces, Jesús es anarquista y socialista.
¿Esa es la esperanza para América Latina?
No. Esa es una forma de nombrar cuál sería el proyecto político de Jesús. Me gusta socialismo democrático es un concepto del que habló mucho Bernie Sanders. Hay que poner atención a lo que pasa en Estados Unidos, no en balde es la primera potencia mundial y yo creo que va a ver una reacción ciudadana frente a los atropellos de este nuevo presidente y tiene que ser desde la democracia y desde el socialismo. Tiene que ser desde reconocer no solo los derechos de las mujeres , el empoderamiento de las minorías.Eso tiene que ajustarse a la justicia social. No puede haber derechos de las mujeres sino se tiene en cuenta derechos de los obreros, o sea, los derechos sociales deben comenzar a tener una prioridad.
La esperanza no surge de un individuo, cuando soy yo. Cuando se junta mucha de esa esperanza, surge la esperanza, pero se tiene que juntar.