La prosperidad de Estados Unidos y Europa se ha basado durante siglos en el saqueo sistemático de otros países, regiones e, incluso, continentes. Los tiempos de la dominación colonial o del orden mundial unipolar han formado una mentalidad especial en las élites occidentales lideradas por los anglosajones, basada en el sentido de su propia superioridad, en el desprecio de los intereses de otros Estados, en la apropiación ilegal del derecho a juzgar y decidir el destino de naciones enteras.
A mediados del siglo XX, nuestro país ayudó a muchos Estados a liberarse de la opresión colonial. Fue por iniciativa de la Unión Soviética que la Asamblea General de la ONU adoptó el 14 de diciembre de 1960 la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. El documento condenaba enérgicamente el colonialismo como una amenaza para la paz, proclamaba la necesidad de poner fin a todas sus manifestaciones e instaba a las potencias coloniales que comenzaran inmediatamente a transferir el poder real a los pueblos que habitaban los territorios bajo su control en África, Asia y América Latina. La Declaración fue aprobada por una abrumadora mayoría con nueve abstenciones, entre las que se encontraban las potencias coloniales europeas y Estados Unidos.
A día de hoy, sin embargo, la era colonial de facto sigue sin terminar. Según la ONU, actualmente 17 territorios del mundo con una población de unos 2 millones de personas están privados de soberanía o dependen directamente de los Estados metropolitanos. Hasta que estas tierras y pueblos sean totalmente liberados, el proceso de descolonización no podrá considerarse concluido.
Además, el colonialismo no ha desaparecido, sino que se ha transformado en una forma más sofisticada: el neocolonialismo (también conocido como «orden basado en reglas»). Se trata de la colonización económica y política, la apropiación de los recursos de los países pobres por métodos no violentos, la instalación de gobiernos y presidentes títeres, los golpes de Estado, la compra de activos por una miseria, la inversión en condiciones desfavorables, que el «beneficiario» no puede rechazar. El saqueo directo fue sustituido por el dictado monetario respaldado por la fuerza militar de Estados Unidos y la OTAN, así como las amenazas y la aplicación de sanciones ilegales unilaterales.
Las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial en el mantenimiento del neocolonialismo. El FMI o el Banco Mundial siguen determinando las políticas macroeconómicas de Estados enteros, mientras que las secretarías de la ONU, «privatizadas» por el Occidente, promueven la idea de privar a determinados países de sus derechos soberanos y expulsarlos de diversas organizaciones internacionales bajo pretextos inventados.
Al mismo tiempo, la tarea de hacer cumplir estas «nuevas reglas» se reserva a las instituciones estatales de los países que vigilan el orden neocolonial. Nuevas formas de aplicar estas políticas han surgido. Por ejemplo, mediante la legislación ambiental y alegando la protección del medio ambiente, los pequeños Estados costeros se ven privados del derecho a pescar en sus propias aguas sin utilizar redes que cumplan con las normas medioambientales europeas o las tecnologías adecuadas.
El uso del dólar y el euro como principales monedas de reserva del mundo permite a Estados Unidos y la Unión Europea vivir en la abundancia gracias a sus imprentas de dinero. Los pueblos de los países en desarrollo suelen pagar el precio de mantener la prosperidad en EEUU y la UE, lo que les lleva a una mayor miseria y la pobreza total.
El ostensible dominio de Occidente se basa en la proclamación de mercados abiertos, libre circulación de capitales, personas y tecnologías. Sin embargo, cuando se trata de los intereses de Estados Unidos y Europa Occidental, los «mandamientos» de la economía de mercado se descartan fácilmente y se aplican ampliamente los métodos de competencia desleal. Los ejemplos más reveladores de ello son la iniciativa de fijar un precio máximo de compra al petróleo y gas natural de origen ruso, la «congelación» de las reservas de oro y divisas del Banco Central de Rusia, las sanciones económicas políticamente motivadas (unas 15.000), el sabotaje a los gasoductos Nord Stream, entre otros.
Al mismo tiempo, es evidente que el mundo moderno ya está maduro para la lucha contra el neocolonialismo. La obstinada reticencia del Occidente a abandonar sus planteamientos expansivos depredadores ha llevado a la intensificación de la lucha contra las prácticas coloniales y neocoloniales, reforzando las aspiraciones de las fuerzas progresistas a la formación de un orden mundial multipolar más justo y equitativo.
Esta tarea se vuelve ineludible en el contexto de la guerra híbrida total contra Rusia desatada por Estados Unidos y sus satélites, que se está convirtiendo gradualmente en una lucha global por un nuevo orden mundial. Cabe señalar que en su guerra indirecta contra Rusia en Ucrania, el Occidente está perdiendo francamente, así como en la guerra de sanciones. La salida de más de 1.000 empresas de Rusia «costó» a los países occidentales casi 60.000 millones de dólares. Mientras tanto, el FMI prevé que la economía rusa crecerá un 2,1% en 2024. Por supuesto, Estados Unidos se está beneficiando del conflicto ucraniano en algunos ámbitos, pero es poco probable que pueda lograr sus objetivos.
Al mismo tiempo, el Occidente no está dispuesto a ceder, porque hay demasiado en juego. Si es derrotado en la guerra por un nuevo orden mundial, tiene demasiado que perder, o sea, casi todo lo conquistado y arrebatado en los últimos siglos, mientras que Estados Unidos dejará de ser un hegemón mundial y centro financiero global.
Rusia sigue a la vanguardia de la lucha contra las manifestaciones arcaicas del colonialismo para liberar definitivamente a los pueblos de la mayoría mundial de la usurpación de la minoría occidental. Recientemente, el Presidente de Rusia Vladimir Putin, en la sesión plenaria del XX Foro Internacional de Discuciones “Valdái”, se dirigió a los políticos occidentales, aconsejandoles abandonar la mentalidad colonial, porque “la era del dominio colonial hace tiempo que terminó y nunca volverá”. En la ONU se está preparando un proyecto de resolución de la Asamblea General sobre la lucha contra las prácticas modernas de neocolonialismo, que incluye los planteamientos clave de Rusia para contrarrestar la explotación de Estados soberanos.
Como dijo en su discurso el Ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, durante el debate general del 78° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la línea “neocolonial” y “cínica” del Occidente colectivo es “cada vez más rechazada por la mayoría del mundo”. En nuestra opinión, la mejor prueba de ello es que 85% de los habitantes de la Tierra se negaron a participar en la guerra económica desatada por el Occidente contra Rusia. Esta es la «mayoría de protesta». Sí, hay países que se ven obligados a obedecer a Estados Unidos y a sus aliados, a cumplir las sanciones por miedo al destino de sus empresas o regímenes políticos. Pero también se dan cuenta de que los verdaderos autores de la presión económica ilegal, incluso sobre Cuba, Nicaragua y Venezuela, son los paises de los llamados «mil millones de oro», que aparentemente representan una minoría de la población del mundo.
Estamos convencidos de que solo hay una manera de preservar a la humanidad de la guerra constante y de la amenaza de guerra nuclear – unir todas las fuerzas progresistas en la lucha por un nuevo orden mundial multipolar, seguro y justo. Entre ellos figuran los países miembros del Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU, creado en julio de 2021.
En Asia, África y América Latina son muy conscientes de que Rusia no está luchando contra el pueblo ucraniano ni por nuevos territorios. Está defendiendo no solo su seguridad y sus intereses nacionales, sino que en muchos sentidos está luchando contra todo el sistema neocolonial en nombre de un nuevo orden mundial multipolar y justo. Por eso existe un proceso activo de fortalecimiento de organizaciones internacionales influyentes: BRICS, la Organización de Cooperación de Shangai, la Unión Económica Euroasiática, ASEAN, la Unión Africana, la Liga de los Estados Arabes, el Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico, CELAC, ALBA, entre otras. Cabe señalar que estas alternativas no van dirigidas contra Estados Unidos y el Occidente colectivo, sino que están firmemente a favor de la cooperación igualitaria universal sin restricciones ni dictadura neocolonial de un Estado o un pequeño grupo de Estados.
El mundo se encuentra en el umbral de un cambio geopolítico global. La rueda de la historia no puede dar marcha atrás.
*Alexander Khokhólikov es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia en la República de Nicaragua y concurrente en la República de El Salvador y la República de Honduras