Rosa Chávez: El diálogo (con las pandillas) es inevitable

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Son las 6:30 de la mañana de un martes cualquiera. La iglesia San Francisco, ubicada sobre la alameda Juan Pablo II, frente a un restaurante de hamburguesas, está repleta de estudiantes del centro escolar que lleva el mismo nombre que esta iglesia. Al fondo del templo, en el altar, está oficiando la misa el que se convertirá en el primer cardenal salvadoreño, monseñor Gregorio Rosa Chávez.
Termina la eucaristía y monseñor pasa a un pequeño cuarto, a un costado derecho de la iglesia. Se quita la casulla blanca, la cual tiene una franja vertical dorada a la mitad; y solo se queda con parte del vestuario que los sacerdotes utilizan para oficiar la misa, una alba blanca y un cíngulo que rodea su cintura.
Sale del pequeño cuarto y unos 25 estudiantes hacen fila para saludarlo. Luego se acerca una mujer y un hombre de unos 50 años. Le entregan una canasta con víveres y un sobre que parece tener dinero. Lo felicitan por su nombramiento.
Gregorio Rosa Chávez sale del templo y se dirige para hacer una oración con los estudiantes de esta institución. Después, camina por una especie de laberinto para llegar al área donde se encuentran los estudiantes de educación primaria. Los niños al verlo, hacen un círculo y lo abrazan.
Antes de la entrevista, monseñor entra a una pequeña casa dentro de la oficina parroquial y regresa con un tazón lleno de pan dulce para repartirlo a unos seis ancianos que hacen fila. Luego ingresa nuevamente a la casa y desayuna con varas monjas con quienes prepara la agenda del día.
En las paredes de la casa parroquial cuelgan fotografías de Rosa Chávez con varias figuras históricas del siglo pasado de la Iglesia católica. Hay una con el papa Juan Pablo II, una con la madre Teresa de Calcuta cuando visitó El Salvador, en 1988; y hay dos con monseñor Óscar Arnulfo Romero, a quien lo conoció desde muy pequeño. En su diario, el beato Romero lo considera a él como un amigo cercano.
“Yo lo conocí cuando tenía 14 años, iba entrando al seminario, lo conocí pero de lejitos, por así decirlo. Después me llamó a trabajar con él un año cuando aún me faltaban cuatros años que estudiar para ser sacerdote. Estuve un año con él en San Miguel y ahí fue donde nos hicimos amigos”, dice el próximo cardenal.

En 1970, Óscar Arnulfo Romero es nombrado obispo y realiza una misa en acción de gracias en San Miguel. A su derecha lo acompaña un joven Gregorio Rosa Chávez, de 28 años. / Foto: Irvin Marroquín

Rosa Chávez sospecha que su nombramiento lleva implícita la misión de dar seguimiento a la canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Considera que tanto la canonización de Romero como la beatificación de Rutilio Grande será el mismo día. Eso sí, no cree que sea este año.
Monseñor Rosa Chávez es un hombre de diálogo. Durante la guerra civil fue uno de los que más promovió que la salida de la guerra fuera a través de la negociación entre el Gobierno y la guerrilla del FMLN.
Al papa Francisco también le gusta el diálogo. Hace un par de años medio para que Estados Unidos y Cuba restablecieran relaciones diplomáticas, luego de más de medio siglo de haberlas rotos.
Uno de los temas que llevara al papa es la violencia juvenil para reflexionar sobre cuál debe ser el rol de la Iglesia católica frente a esta problemática. Considera que la violencia no resolverá nada, más bien señala que la salida para el fenómeno de las pandillas es el diálogo.
Yo he dicho que el diálogo es inevitable. La pregunta es cómo se hace, porque sin diálogo no hay soluciones. Entonces, si ya se intentaron varias fórmulas, ahora se evalúan si fueron las mejores o no, pero el diálogo es inevitable porque toda persona tiene derecho a una oportunidad”, expresa Chávez.
¿Cuáles serán las funciones que va a tener cuando sea nombrado como cardenal?
El papa, en su oración que hizo hace ocho días, dijo que estarán colaborando conmigo y serán mis consejeros. El papel del cardenal es estar cerca del papa, ayudar a gobernar la iglesia en lo que él pida. Entonces, hay un mecanismo que convoca cardenales, ya sea un grupo o a todos, para tocar ciertos temas. Por ejemplo, el día 28 casi todos los cardenales estarán presentes en la ceremonia en Roma. Unos viven normalmente en su país y desde ahí cumplen las misiones que el papa les encomienda.
Si hay un congreso eucarístico en un lugar y el papa te dice que vas a representarlo, entonces,  el santo padre da un decreto que vas en representación de él, cosas así del tipo diplomático.
Luego hay tareas específicas que él quiere confiarle a uno, ya sea públicas o privadas. Un ejemplo, si hoy dice que veamos el tema de la violencia, pregunta qué ideas tienen o maneras de cómo abordarlo y luego hace grupos de cardenales con experiencia en el tema para que se junten y le manden un memorándum, cosas así pide el papa.
Él es un hombre de diálogo, le encanta el trabajo en equipo y tiene siete cardenales que escogió para que le ayuden a reformar la Iglesia. Se reúnen cada dos meses y eso es algo que nunca había pasado en la Iglesia. Uno de ellos es Monseñor Rodríguez, de Honduras, quien es el que coordina el grupo. Entonces, cosas así son inéditas en la Iglesia, una iglesia en la que todos nos sentimos responsables y en este caso, tocaría estar cerca de él para lo que él quiera. Así puedo resumirle el papel que cumple ese cargo.
¿Él convoca a las reuniones o hay también reuniones ordinarias?
Vamos a suponer que dice, “quiero que estés en tal congregación, en tal equipo de comunicación social”. Bueno, eso supone ir un par de veces a reuniones a Roma, pero lo ordinario es que él dice que le interesa verlos tal día, ya sea que convoque a todos o a un grupo para hablar de tal cosa y, “prepárenme un material sobre tal tema”. Es el tipo de trabajo que el papa va a pedir.
Pero en mi caso, sospecho, pero no lo sé todavía, lo que me va a confiar, pero entiendo que uno de los temas será lo de Monseñor Romero para darle seguimiento a esto de la canonización.
Otra de las fotografías que se encuentran en esta casa parroquial es la de monseñor Gregorio Rosa Chávez junto a la madre Teresa de Calcuta en su visita a El Salvador, en 1987. El motivo de su visita fue la inauguración de un centro de atención a ancianos y personas con discapacidad.

¿Cuál sería su incidencia como cardenal en la canonización de Monseñor Romero?Realmente como ya todo está decidido, o sea, que todo mundo sabe que llegará a los altares. Está el proceso de estudiar el milagro que se mandó tanto a los cardenales como los médicos y los teólogos; y si todos están de acuerdo, el papa dice,  ¡Adelante, canonicémoslo ya! Y si no hay que buscar otro milagro que sea probado. Él no va a intervenir, va a esperar a ver qué dicen las comisiones. Pero él está seguro que Monseñor será canonizado.
El cuándo, dependerá de este milagro, si este es aceptado como verdadero, ¡ya estuvo!. Esto supone varios meses de este año y no estaríamos a tiempo para el mes de agosto, que muchos quisieran. No será este año. Ya al estar más cerca de él—papa Francisco—, tendré más claro cómo está su pensamiento. Pero ciertamente, él no duda de la canonización. Está feliz con Monseñor Romero, muchos creen que por eso quiso que El Salvador estuviera presente en lo que van a estar al lado de él, eso dice mucho.
¿En qué consiste ese milagro?
Es un milagro de curación. Una mamá iba a dar a luz, pero iba a morir. Todos los síntomas eran que ella no iba a vivir. Resulta que se encontraron a Monseñor Romero, su hijo vive y eso los médicos no pueden explicarlo. Entonces se ha hecho toda la investigación desde todos los ángulos: biografía, análisis químicos, diagnósticos y los médicos de Roma van a estudiar si no se puede demostrar científicamente.
Ese es el tipo de milagro que se vio, lo digo porque ya lo dijo el Vaticano, pero esto es una cosa secreta, ya que no se puede decir el nombre de la persona ni donde vive, pero ese fue el milagro que se ha mandado a Roma. Con toda la documentación, es una cosa voluminosa para demostrar que no se puede explicar cómo algo natural y que es algo en la que está la mano de Dios.
¿Cómo conoció a Monseñor Romero?
Yo lo conocí cuando tenía 14 años, iba entrando al seminario, lo conocí pero de lejitos, por así decirlo. Después me llamó a trabajar con él un año cuando aún me faltaban cuatros años que estudiar para ser sacerdote. Estuve un año con él en San Miguel y ahí fue donde nos hicimos amigos. Luego, llegó a ser arzobispo y yo era el rector del seminario, entonces estábamos juntos por tres años. Eso aparece en su diario. Con frecuencia aparece mi nombre en que le ayude yo; y ciertamente él dice que me consideraba su amigo verdadero y es verdad, fue una amistad muy profunda que nos unió y por eso me da tanto gusto dedicarle este nombramiento, porque es él quien lo merecía y siento que yo lo estoy recibiendo en nombre de él. Él lo recibió ya en su martirio, porque este puesto supone estar dispuesto a morir y dar la sangre por Jesucristo, por eso el color que uno lleva es el color de la sangre y eso lo que significa ese símbolo y el papa lo recalca, que no es poder ni prestigio, sino que servir hasta dar la vida de ser necesario. Esto es lo que hizo Monseñor Romero, por tanto, el cardenal sería él pero ya está con el señor. En su nombre yo quisiera dedicárselo a él y recibirlo en nombre de él.

¿Cómo era la personalidad de Monseñor Romero?
Era un hombre serio, un hombre muy introvertido, bastante tímido, de carácter bastante brusco  y al dar respuestas secas, uno pensaba si hablarle o no. Pero eso fue cambiando al llegar aquí y él lo dice en sus apuntes espirituales, que es una de sus luchas, el controlar su carácter. Los santos no son perfectos, son personas de carne y hueso con virtudes y defectos. Entonces, él al final incluso buscaba ayuda psicológica además de la ayuda espiritual.
De modo que era un hombre muy exigente consigo mismo y con los demás, por eso muchos optaban por estar lejitos, porque si no los iba a poner a trabajar y que porque están tan mediocres en su vida. Pero fue una gracia grande el estar a la par de él, cuando ya estábamos en plan confidencial, ver este hombre de Dios buscando que quiere Dios de mí, momentos tan duros que le tocó vivir. Siempre calumniado, perseguido y la misión es esa, vamos hacia adelante hasta dar la vida si es necesario. Es un testimonio que a mí me marcó profundamente.
Esta fotografía fue tomada en los años 70. En ella aparecen, en la esquina inferior izquierda, Óscar Romero y en la esquina superior derecha, Gregorio Rosa Chávez.

Muchos dicen que Monseñor se convirtió cuando conoció a Rutilio Grande. Usted que lo conoció, ¿cree que hubo una conversión en cuanto a la visión de los problemas que tenía la sociedad salvadoreña o él simplemente comenzó a denunciar más esa visión que ya tenía?
Él siempre estuvo buscando la conversión. Cada momento él le pedía a Dios. Era un hombre más bien conservador y temeroso de la teología de la liberación. Después, Dios lo fue llevando a lo que conocemos, pero él siempre se preguntaba qué era lo que quería Dios de él y se dejó llevar por el Espíritu Santo. No fue por Rutilio, él le dijo a un periodista de suiza que lo entrevistó, “Más bien es una evolución, al estar aquí hago las cosas de otra manera, veo como hay tanta inequidad, hay una injusticia estructural”. Entonces eso le cambió su enfoque e hizo que él denunciara esas injusticias como algo indigno de la persona humana, pero fue una conversión permanente la que monseñor vivió hasta el día de su muerte.
El Juzgado Cuarto de Instrucción ha abierto la puerta para que se inicie, nuevamente, el proceso penal en contra de uno de los señalados de participar en el asesinato de Monseñor Romero, ¿qué piensa al respecto?
Recordemos algo que muchos no saben. Cuando estaba monseñor Rivera, denunció ante la OEA que el Gobierno no investigó el crimen. La OEA mandó la denuncia al Gobierno que decían de eso. Dijeron, “Ya firmamos la paz, estamos reconciliados. Vivimos hacía adelante”. No aceptó entrar en el tema.
Monseñor insistió y llegó el momento final del proceso. Yo fui a representar,  ya en tiempos de monseñor Sáenz Lacalle, con María Julia Hernández fuimos a Washington a la sesión final, esto casi nunca lo he contado. Había tres jueces, ese día se iba a dar la sentencia. Llegó la delegación del Gobierno, llegamos nosotros ¿Qué dijimos nosotros? Que queríamos perdonar, pero que queríamos la verdad y justicia. Y nos basamos en lo que dijo el papa Juan Pablo II. ¿Qué dijo el Gobierno?  Dijo, cuatro cosas, “Ya firmamos la paz, estamos reconciliados, vivimos hacía delante”. Y después dijeron, “y que se archive el caso”. Eso pidió el Gobierno.
¿Qué dijeron los jueces? Condenaron al Gobierno. La condena implicaba varias cosas. La primera era que se investigara el crimen. Otra era que se pidiera perdón  el Estado al país y a la Iglesia y a la familia. Un homenaje del Gobierno a Monseñor en nombre del Gobierno. Ahí está lo del aeropuerto y el bulevar Romero como signo de eso. Y por último, que se enseñara su vida en las escuelas.
La justicia no había actuado hasta hoy. Hasta hoy se está de nuevo desempolvando el caso. La Iglesia va a colaborar, por su puesto, para que la verdad se establezca. Ya la sabemos, verdad. Pero no la sabemos judicialmente. Luego que se reconozca la responsabilidad;y luego vendrá ya cuando la Iglesia diga, “nosotros perdonamos a los criminales, no queremos a nadie en la cárcel, pero sí queremos que pidan públicamente perdón”. Se reconozca lo que pasó y lo que el Estado tiene como responsabilidad. En esa línea se va a mover la Iglesia, si el caso sigue prosperando judicialmente.
Monseñor Gregorio Rosa Chávez, en su visita al Vaticano, saluda a Juan Pablo II, el papa que no respaldó al monseñor Óscar Romero cuando pidió su ayuda frente a las violaciones a los derechos humanos que se cometían en El Salvador.

Y en el caso de Rutilio Grande, ¿usted puede incidir en el proceso de beatificación?
El papa está bien convencido, hablamos de eso con él, el 20 de marzo; ya todo está en Roma. En ese sentido, estando uno cerca de Roma puede ser consultado. Pero ciertamente eso va muy bien porque no se necesita milagro para que sea beatificado, porque es mártir. Basta que declaren que es mártir y ya. Con eso está en la puerta la beatificación. De modo que esa parte va muy bien. Es un hombre que merece ese honor, el papa está también convencido. Pienso que lo que el papa quisiera es que en una misma ceremonia pudiera ser, a uno lo canonicen y al otro lo beatifiquen; y si fuera aquí, mejor todavía. Eso es lo que el papa quisiera. Ahora a ver qué va a pasar. Hay que esperar un poco para saber la respuesta.
Cuando sea nombrado como cardenal, ¿cuáles serán los consejos que le dará al papa para que la Iglesia incida en los principales problemas que afectan al país?
Hay una cosa que muchos no saben, que el presidente actual visitó al papa antes de tomar posición y le pidió ayuda para el tema de la paz. Y el papa dijo, “con mucho gusto”. Entonces, pidió al Nuncio que hablara con los obispos. Entonces, nosotros estamos en ese proceso por orden del papa. Por tanto, a mí me da alguna indicación más precisa o me pregunte como va eso.
Pero la idea es que la Iglesia esté presente en ese proceso. Ya lo estaba antes, solo que ahora por orden del santo padre, que decía que colaboremos por la paz. Y él pone una fórmula, dice, “si a Romero lo tomamos en serio, la paz va a llegar”. Primero, tomar en serio su doctrina; muchos no conocen lo que Monseñor enseñó. Segundo, su ejemplo. Tercero, invocarlo a él como santo. Yo voy a trabajar mucho ese tema. Porque nosotros a Monseñor Romero lo alabamos, le aplaudimos, le cantamos, pero pocas veces le rezamos y pocas veces lo imitamos. Pues claro, el mundo sigue igual. Creo que es de las tareas más bonitas que podría cumplir y ya en esta nueva situación y ya sabiendo qué es lo que el papa quiere y conociendo sus indicaciones precisas, para mí es una cosa bien especial porque lo tengo en el corazón. Pero al tener una línea clara de parte del santo padre, hacer un trabajo todavía más pulcro. En eso estamos, esperemos a ver que el papa nos diga cómo quiere que nos movamos.
Usted mencionó que al papa le gusta el diálogo, ¿cuál debe ser el papel que debe tener la Iglesia frente al fenómeno de las pandillas? Es decir, en El Salvador, se realizó  un proceso de diálogo con las pandillas, muy cuestionado, pero se realizó. En este caso la Iglesia católica tuvo una participación no oficial a través de monseñor Fabio Colindres.  
En Honduras, el exobispo de San Pedro Sula, monseñor Rómulo Emilianí, promovió el diálogo con los pandilleros internos en centros penales. ¿Qué le aconsejará al papa sobre la postura que debe tener la Iglesia en este tema?
Primeramente, el diálogo es bien importante. En este país no tenemos una cultura de diálogo y en este momento estamos entrampados. A mí me gustaría poder colaborar, porque si no hacemos eso todos, en el país perdemos, nadie gana. Si el papa dice, “mira actúa de esta manera, habla en mi nombre con tal dirigente”.
Al papa este tema le interesa muchísimo. Este país tiene gente maravillosa y tiene una capacidad de renacer de las cenizas y hacer cosas increíbles y hay que pedir gente que colabore a eso, capaz de dialogar y ponerse de acuerdo en las cosas básicas. Tenemos a Benito Andión haciendo un esfuerzo, pienso que hay condiciones para poder avanzar.
Uno de los temas que más me interesa es impulsar, porque lo llevo en el corazón, el tema de la violencia juvenil. Yo lo enfoco de forma global, pero voy a esperar un poco para ver qué es lo que el papa me sugiere, para ver si me dice, ”por favor toma en cuenta esto, porque eso es bien importante para mí”. Ahora estoy en total armonía con él, en lo que estoy haciendo.
Yo creo en este país, creo en la gente de este país y creo en los valores que nos mueven, de modo que yo soy un hombre de esperanza, creo que el papa lo ha visto y quizás eso lo ha tomado en cuenta para llamarme a estar cerca de él.
¿Usted podría sugerirle que la Iglesia tenga un rol más activo en el diálogo con las pandillas?
Es que el papa, digamos pide consejo, para eso lo nombra a uno para que uno le diga, “Santo padre, yo creo que aquí esto es importante”. Para eso se le entregan memorándum. Otra cosa que puede ser útil es que yo estoy en paz con mis hermanos obispos. Además, tenemos plan A, B y C, qué es lo que usted nos aconseja”.obispos, entonces, le podemos decir, “Santo papa, estamos con esta duda como
Ese tipo de cosas van a suceder. Antes habían mediaciones, hoy tenemos comunicación directa con él, de modo que esas son las grandes diferencias porque hay mecanismos directamente con él, claramente hay ciertas formalidades, pero indudablemente él va en la línea de nosotros, de modo que va a ser una experiencia totalmente nueva. Él sabe que cuenta con mí fidelidad, ya se lo escribí el martes pasado para hacerle saber que estamos dispuesto a ayudar en lo que usted crea conveniente.
¿El plan «A» podría ser el diálogo con las pandillas?
Yo he dicho que el diálogo es inevitable. La pregunta es cómo se hace, porque sin diálogo no hay soluciones. Entonces, si ya se intentaron varias fórmulas, ahora se evalúan si fueron las mejores o no, pero el diálogo es inevitable porque toda persona tiene derecho a una oportunidad.
Uno ve tanta inequidad, uno de repente cree que debe  responder a la violencia con violencia, pero a la larga no resuelve nada y es ahí cuando se abren las puertas de la iglesia porque se presenta la parte humanitaria, todo ser humano tiene derecho a rehacerse, pero necesita condiciones porque si uno se siente como una fiera acorralada se vuelve más feroz y un poco se me viene esa imagen con las medidas especiales porque estamos acorralando a las fieras y se vuelven más feroces.
Entonces, qué resolvimos, eso es difícil de analizar, pero debemos de analizarlo con serenidad y objetividad.  Puesto que hay una relación  buena con el Gobierno, uno puede hacer un correctivo. Estoy hablando en hipótesis de la forma en que va a tocar moverse a partir del 29 de junio.
Gregorio Rosa Chávez será nombrado cardenal, junto a otros cuatro religiosos más, el próximo 29 de junio.

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