Desde la Facultad Multidisciplinaria Oriental.

Al abordar el concepto de universidad, esencialmente, no se está hablando directamente de su infraestructura material o inmaterial; física o virtual, sean estos: sus edificios, sus redes de internet, sus aulas, sus áreas de descanso, sus zonas verdes, sus pasarelas, su parqueo, su plataforma Moodle, si bien todo ello es sumamente importante en la concretización del concepto de sí misma; no se está haciendo alusión primariamente a su equipo docente, sus jefaturas académicas, sus instructores o cualquier relación directa que los involucre, eso no obsta considerarlos apropiadamente en su alto valor determinante en la calidad institucional; incluso, no se hace referencia, ni siquiera  principalmente a sus autoridades, personal administrativo o relaciones jurídicas o burocráticas, no obstante, se reconocen fundamentales para la gestión académica; mucho menos, se señala a la serie de valores, principios, preceptos o normativas sostenidos y registrados o a sus planes metodológicos de estudios determinados, sin obviar que son, en gran medida, clave en establecimiento del carácter ético de ella; tampoco se está indicando directamente a los que ya adquirieron su formación ahí, los que estuvieron ahí, los que fueron ahí, los exestudiantes, lo cual no niega su respectivo y justo aporte y valor en la variedad de perspectivas; luego, en realidad, a lo que se define constitutivamente una universidad, expresado de manera sencilla, a saber: estudiantes y todas las relaciones que ellos están determinando mientras son y están. La clave de la identidad de una universidad son los estudiantes mismos, son ellos “siendo-ahí”, retomando un concepto de Heidegger. Son ellos siendo constructores de su aprendizaje, son ellos siendo guiados en su propio camino científico, son ellos decidiendo sus autoridades, son ellos relacionándose con sus profesores, son ellos creando sus organizaciones, son ellos protestando, haciendo huelga, son ellos autoempoderados en el ejercicio de sus derechos y deberes, son ellos denunciando abusos de autoridades o profesores, son ellos estando vinculados con los valores educativos superiores dentro o fuera del recinto físico o nexo sincrónico virtual, así, la universidad, son los estudiantes mientras lo son, estrictamente.

Al partir desde tal consideración anterior sobre la esencia de la universidad no significa que todos los otros elementos no sean importantes o se soslayen al configurar su definición, sino, implica reconocer la estructura vital en sus justas dimensiones de la universidad, los estudiantes como el centro primario de atención, pensamiento y acción efectiva, esa multitudinaria cantidad de personas, aun estando divididas por paredes físicas o muros virtuales construyendo su propia teoría-praxis, sí, de ellas podemos afirmar: esta es la U.

Dicho lo anterior, entonces, la prioridad, de quien pretenda fundar, construir o transformar una universidad, para el caso la Universidad de El Salvador (en adelante, U), deberá ir más allá que prescribir o mantener un impecable cuerpo escrito de leyes establecidas, más que cambiar a uno que otro catedrático, aun más que insertar a una u otra autoridad, mucho más que privilegiar a un sector u otro (sea administrativo o profesional no docente); sino, más bien, ubicar como eje de acción central a los estudiantes, empoderándolo, organizándolo, mediante leyes, metodologías pedagógicas (más precisamente, andragógicas) actualizadas, procedimientos administrativos y modernización de instalaciones físicas, todo, ello enfocado en los intereses de los mismos.

En relación directa a lo expresado, se puede inferir que la mayoría (por no decir todos) las anomalías que se han suscitado históricamente y actualmente, han surgido al haber distorsionado tal aproximación, en otras palabras, cada vez que el estudiante mismo ha sido y es apartado del centro de atención en la intervención universitaria, se ha fracasado y se ha caído en desprestigio. Cada vez que se ha enfocado únicamente en cambios materiales infraestructurales-tecnológicos sin atender problemáticas esenciales estudiantiles, se ha fallado; cada vez que han tomado preeminencia los derechos del cuerpo docente en detrimento del alma estudiantil, se ha fracasado; cada vez que la prioridad han sido los juegos de poder por rectoría, decanato, jefaturas manipulando a los estudiantes, se ha errado; cada vez que el afán ha sido crear y preservar cuerpos legales que beneficien a grupos de poder para valerse de sus cargos y beneficiarse sea monetariamente o politiqueramente; siempre que el énfasis ha sido priorizar a sectores para-estudiantiles (administrativos, sector profesional no docente o hasta politiqueros partidarios) en detrimento de los intereses de los estudiantes, se genera una desnaturalización de la universidad de su carácter esencial cuyo centro son los estudiantes organizados.

Al definir y ampliar el concepto “universidad” de la manera anterior se ha evidenciado el carácter político de la misma, donde las principales decisiones sobre su propia educación superior, tanto en lo académico, administrativo y normativo recaen directamente sobre estudiantes. Dicho en términos operativos, en el área pedagógica-metodológica prima el estudiante en toda su integral participación, así, el profesor debe establecer una conexión orgánica con el equipo de facilitados de su aula de tal manera que hasta en el detalle más indirecto didáctico, se evidencia la decisión de ellos; en el área jurídica-normativa se debe expresar claramente la voluntad del estudiantado tanto en términos activos al construir y discutir su formulación mediante sus representantes (y, hasta aspirar una consulta masiva estudiantil para cada reactivo legal), como pasivamente, al encontrarse artículos que favorecen el poder en el estudiante al dirigir la universidad. Finalmente, al enfocarse en la gestión del poder por los estudiantes como manera de construir universidad se abre un tema no solo de reingeniería legal orgánica universitaria, sino una depuración de prácticas anómalas, corruptas y antidemocráticas, aunque no registradas si parte de la cotidianidad. Todo ello como parte de un esfuerzo de configurar la identidad más precisa de la universidad para guiarla hacia un protagonismo que transforme su realidad nacional.

Por tanto, en el análisis de la identidad orgánica de universidad, descubrimos a los estudiantes y sus relaciones con profesores, autoridades académicas, cuerpo normativo, administrativos y profesionales graduados desarrollando su aprendizaje de la realidad para transformarla. Donde cada una de ellas obtiene su propio valor y ocupa su respectivo ordinal en las prioridades de atención. De esta manera, cuando los estudiantes se vinculan bilateralmente con los profesores reconocemos el núcleo vital universitario; al asociar a los estudiantes directamente con sus autoridades académicas, descubrimos el aparato político crítico efectivo que gestiona el aprendizaje integral, al conectar activamente a los estudiantes con el cuerpo normativo se vislumbra la construcción de la verdadera democracia participativa, de la misma forma, aunque sea secundariamente se interactúa con administrativos y exestudiantes se amplía el espectro de influencia de la universidad en la sociedad que la hace posible.

Toda esa reflexión nos muestra la perspectiva de la complejidad del yerro actual universitario, en que se ha fallado la U, como se ha atrasado, donde está el error, que falta para llegar a ser una de las mejores universidades de la región, que se debe transformar, que potenciar, que mejorar, que eliminar, etc.

Así, podemos resumir de manera general una de las columnas lesionadas histórica y progresivamente, esto es: trastocar el aspecto político democrático, es decir alienar al sector estudiantil de su participación activa en las decisiones estratégicas mediante argucias y leguleyadas, se ha generado un círculo vicioso cuya decadencia se evidencia no solo en los aspectos más nimios como son las instalaciones tanto internas como externas, poco atendidas cuyos arreglos son cosméticos; en la ausencia de proyectos académicos de alto impacto científico; en la decadencia de metodología pedagógica e investigativa integral, alteraciones en los procesos administrativos financieros; y peor aún todo ello llegando al paroxismo en las vísperas de las elecciones de autoridades.

En la siguiente parte explicaré más detalladamente algunas problemáticas políticas universitarias desde la Facultad Multidisciplinaria Oriental.

Aldo Hernández es Doctor en Medicina. 
Maestro en Métodos y Técnicas de Investigación Social.
Posgrado en Pedagogía.
Profesor universitario de Anatomía Microscópica de la Universidad de El Salvador. 
Coordinador de Clínica Metabólica local del ISSS.

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