La activista guatemalteca Lucía Ixchiu denuncia la explotación de su tierra y el borrado de los pueblos originarios con la connivencia del régimen.

Los intereses de las empresas extractivas marcan la deriva del Estado de Guatemala. El país posee “una de las leyes de minería más arcaicas, donde se gana solamente el 0.5% de regalías”. Un muy mal negocio para la población del país, pero buen negocio para el Estado, que recibe esos beneficios y, sobre todo, para la industria extractiva, que se beneficia del conflicto social interno.

La cifra la ofrece la activista Lucía Ixchiu, quien, junto a su equipo, ha documentado abusos como la tala ilegal en el bosque comunal de su pueblo y la industria extractiva de una mega mina de níquel en el Estor de Izabal. Lo hacen a través de la comunicación y el arte, acompañando distintas resistencias anti mineras e hidroeléctricas tratando de crear tejido social.

Ixchiu ha sufrido atentados por informar sobre la protesta contra un gran proyecto de la industria extractiva que afectaba comunidades indígenas guatemaltecas. Es además muy activa en el movimiento estudiantil, siendo la primera mujer indígena en liderarlo en la Universidad pública, lo que le ha valido numerosos ataques de las élites. Perseguida por el régimen, vive refugiada en España desde agosto del año pasado. Como ella, son más de cien los defensores del territorio de su generación que viven exiliados por lo que describe como “violencia y persecución de la dictadura y golpe de Estado en el que se encuentra Guatemala”.

La activista define Guatemala como una finca colonial que solo se mueve por determinados intereses de la industria. “Lamentablemente, Guatemala no ha podido superar el hito colonial”, asegura. “Tiene una de las agroindustrias más rancias del planeta”. Siendo el país más empobrecido de América Latina, paga jornales miserables a los trabajadores del campo que sufren condiciones de esclavitud, en su opinión.

El bosque comunitario de su pueblo está siendo talado de forma ilegal por industria nacional, conectada con la transnacional, lamenta. “Se está asesinando a una de las áreas de recarga hídrica más importantes de toda Mesoamérica”. En el bosque comunal de los 48 cantones nacen ríos que nutren México, lo que eleva el problema a toda la región.

Ixchiu entiende la continuidad de la colonización en Guatemala como el hecho de dar más valor al dinero que a la vida y la biodiversidad, como marca el capitalismo. “Cuando nos han despojado de todo nuestro pensamiento como pueblos originarios y ahora estamos a favor de la industria extractiva, por ejemplo, o estamos talando nosotros y haciéndole el trabajo sucio a las industrias madereras, es cuando creo que ha habido un proceso de borrado de lo que somos como pueblos originarios”, denuncia la activista.

Se remonta al año 54, cuando Guatemala fue intervenida por la CIA. Desde entonces han encadenado dictaduras militares y gobiernos de extrema derecha, unos tiempos en los que la industria extractiva ha aprovechado la falta de gobernabilidad y el conflicto social para sus negocios. Para Ixchiu, el bloqueo del partido Movimiento Semilla no es más que un golpe de Estado que “responde a una serie de intereses”. Ese partido representa para los indígenas “una pequeña posibilidad para abrirse a un margen democrático”, aunque no represente completamente a la población indígena.

La movilización indígena se mantiene en Guatemala desde hace más de 80 días, pero no ha logrado que el Gobierno escuche sus demandas. “Lo que interesa es seguir decretando impunidad”, denuncia la activista, víctima de una creciente criminalización, persecución y tortura a líderes estudiantiles y periodistas que ha obligado a muchos a huir. Ixchiu cree que su pueblo cuenta con todas las herramientas para poder escribir su propia historia y pelea por mantener la lucha colectiva que ya lideraban sus abuelas.