“La pandilla es un grupo que ejerce un poder totalizante en las comunidades”

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Entrevista realizada por Carlos Monterroza, Irvin Marroquín y Carlos Cea.


Recientemente, la Universidad Internacional de Florida hizo público un nuevo estudio sobre el fenómeno de las pandillas en El Salvador. La investigación titulada “La nueva cara de las pandillas callejeras: El fenómenos de las pandillas en El Salvador” fue patrocinada por la Oficina Internacional de Asuntos Antinarcóticos y Procuración de Justicia del Gobierno de los Estados Unidos (INL, por sus siglas en inglés).
La investigación fue presentada ante alcaldes de municipios que son parte del Plan El Salvador Seguro y la embajadora de Estados Unidos en El Salvador, Jean Manes, quien mencionó en su cuenta oficial de Twitter la importancia del estudio para conocer las causas por las cuales ingresan los jóvenes a las pandillas.
La premisa fundamental en esta investigación es tratar de responder, ¿es posible que un miembro de una pandilla juvenil salvadoreña salga de la pandilla y empiece una nueva vida, lejos del crimen y de la violencia? Según el estudio, sí. Pero este proceso depende del compromiso individual y del consentimiento de los líderes.
La investigación se realizó a través de una encuesta dirigida a 1,196 privados de libertad  con historia de afiliación a las pandillas. Además, se hicieron 30 entrevistas a profundidad con diversos actores.
Informatvx.com conversó con dos de los cuatro investigadores a cargo del estudio, Miguel Cruz y Luis Enrique Amaya, para profundizar sobre los aportes de esta investigación.
Ambos dicen que el estudio hace una caracterización de los grupos familiares de los miembros de pandilla. El 72 % de los jóvenes vienen de familias con ingresos mensuales familiares menores a $250, es decir, la mayoría provienen de los sectores más pobres del país.
Según la investigación, para los jóvenes que integran estas organizaciones, la pandilla se convierte en la única opción para llenar las necesidades de construcción de identidad personal y grupal. El estudio señala que el primer acercamiento directo o indirecto con estas organizaciones no se da en la adolescencia, sino en la etapa de la niñez.
“La pandilla es un grupo que ejerce un poder totalizante en las comunidades, llenan un vacío afectivo que cuando ellos se quieren salir de las pandillas, las pocas opciones que llenan esos vacíos afectivos son las iglesias porque tiene la oportunidad de ofrecer esa experiencia totalizante, no es solo la conversión que van a seguir a Jesús o son cristianos, sino que la comunidad religiosa está presente siempre”, expresa Miguel Cruz.
¿Qué alternativas hemos construido no solo para los jóvenes, sino para los niños. ¿Quiénes son los modelos o las figuras de referencia? son las preguntas que a criterio de Luis Enrique Amaya debe responder la sociedad salvadoreña.
¿En qué consiste el estudio “La nueva cara de las pandillas”? ¿Qué es y qué no este estudio?
Miguel Cruz (M.C.): Este es un estudio realizado por la Universidad Internacional de Florida por el Centro de Estudios Latinoamericanos y el Instituto Gordon de Políticas Públicas en conjunto con la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE) con el propósito de entender si los jóvenes integrados en pandillas en El Salvador tienen posibilidades y tienen mecanismos para salirse de las pandillas. Este es un estudio que fue financiado por INL de Estados Unidos.
Luis Amaya (L.E.A.): Con respecto al tema del estudio, la pregunta de fondo siempre fue, ¿si es posible hablar de alternativas de salida de las pandillas? Sí, sí es posible hacerlo, ¿qué hay que hacer? Porque en este tema hay versiones relativamente instaladas, una de las cuales indica que la vida dentro de las pandillas es para siempre, de manera tal que es imposible, para algunas personas, salirse de la pandilla. Por eso es que se acepta más la figura de pandillero calmado o pandillera calmada.
En otras palabras se entiende que los pandilleros no salen, sino solamente reducen, ni siquiera eliminan por completo, la actividad delictiva o los niveles de violencia que expresan o de la manera que se comportan en la vida pandilleril. Otra versión dice que sí es posible salirse, pero que no es una tarea fácil.
Y nosotros hemos ido encontrando en este trabajo indicaciones, datos, hallazgos que nos dicen que sí hay posibilidad de salir, pero que no es una tarea fácil ni es una condición en la cual se encuentre cualquiera dentro de las pandillas.
Algunas  preguntas que se realizaron en esta encuesta pretende responder a los factores por los cuáles se ingresa a las pandillas.
M.C.: Los factores de ingreso sorprendentemente, por un lado, son los mismos que eran hace 10 o 20 años; y con esto me refiero a lo que hemos encontrado es que muchos de ellos se meten a las pandillas en parte obligados por situaciones muy difíciles dentro de su propia familia, dentro de su hogar, por abuso familiar, por familias disfuncionales; siguen jugando un papel muy importante en la decisión o en el proceso de muchos jóvenes a meterse a la pandilla.
El otro factor también es la falta de oportunidades y estos no son cosas nuevas. Lo que es sorprendente es encontrar este tipo de factores que son los mismos que encontrábamos hace 20 años, por ejemplo, cuando comenzamos a hacer estos estudios de pandillas. Los factores siguen siendo fundamentalmente los mismos: los jóvenes se meten porque la pandilla se constituye como el único espacio o el único grupo de referencia en los cuáles ellos pueden confiar, para muchos de manera perversa, obviamente.
Y esto nos dice que mucho del desafío que tenemos ahora para lidiar con las pandillas tiene que ver con prevención con lo que tenemos que hacer para evitar que estos jóvenes ingresen a las pandillas.
El problema es que en muchas de esas comunidades donde habitan estos jóvenes, no hay alternativa. La pandilla es básicamente el único espacio natural. Una de las cosas que recogió la encuesta fue que el 72 % de los jóvenes vienen de familias con ingresos mensuales familiares menores a $250, vienen de los sectores más pobres de nuestro país. Y luego hay otro casi 25 % que vienen de familias que ganan entre $250 o $500.
De tal manera que la gran mayoría viene de hogares muy pobres, desaventajados que además suelen ser con problemas muy serios de maltrato y de disfunción.
El estudio señala que la mayoría de estos jóvenes que ingresan a las pandillas, abandonan sus estudios al llegar a los 16 años.
L.E.A.: Sí. De hecho, lo que nosotros encontramos con respecto al tema educativo es que hay una franja entre el sexto grado y el noveno grado en donde se incrementan de manera considerable los porcentajes de personas, de jóvenes que abandonan el sistema educativo. De manera que no supera, la mayoría de ellos, el noveno grado de estudio.
Y cuando preguntamos, ¿a qué edad ingresan a la pandilla? Entendiendo por esto en la jerga pandilleril, ¿a qué edad los brincan? Coinciden que entran entre los 12 y 16 años. Lo que sucede es que hay una especie de coincidencia entre la edad en la cual abandonan el sistema educativo y en el momento que ingresan formalmente a la pandilla.
Esto no significa que tomen contacto con la pandilla o con su dinámica hasta ese momento. Lo han hecho probablemente antes porque para llegar a ser miembro dentro de la pandilla hay que haber cumplido con una serie de etapas y haber ganado ciertos méritos, alguno de los cuales se cumplen a lo largo de los años; y esto nos hace pensar que el primer contacto con la pandilla sucede siendo niños, siete u ocho años o puede llegar a los diez años.
Hay un riesgo no en la juventud, sino en la niñez; y sumado al tema de factores de riesgos, sus pares, sus amistades son de muy temprana edad son miembros o están intentando convertirse en miembros de pandillas. Y esto hace que por proximidad también o por afinidad con otras personas de sus edades se vayan vinculando gradualmente a la dinámica pandilleril.
¿Cuáles son las características familiares de los miembros de las pandillas que los impulsaron a ingresar a estas estructuras?
M.C.: Hay una discusión importante alrededor de eso y es que ciertamente muchos pandilleros vienen de familias desintegradas, pero por mi experiencia trabajando en este tema se confirma en este estudio. La variable fundamental no tiene que ver tanto con la desintegración familiar, es decir, no tiene que ver que falte un miembro del hogar, tiene que ver más con la relación del único miembro que está de la familia con el joven.
O a veces pueden haber otros que pueden asumir el rol parental, tíos, abuelos, primos; cuya relación no es constructiva, es más bien una relación abusiva. Yo no solo lo centraría solo en términos de desintegración familiar, si falta la madre o el padre, el joven está condenado, no necesariamente. Puede haber una sola persona, pero si tiene una buena relación con el joven; lo monitorea, lo cuida, lo protege, está interesado en su formación y educación, eso puede ser una diferencia.
El punto es sin duda que en aquellas familias de un solo miembro parental, eso es más difícil, porque la persona tiene que trabajar en dos o tres empleos para poder seguir adelante, y eso lo aleja de la relación con su hija o hijo.
Pero es muy importante señalar que el factor en mi opinión es la relación de abuso o de negligencia con respecto a los jóvenes.

Luis Enrique Amaya es investigador y consultor internacional en temas de seguridad pública. / Foto: Josué Parada

¿Los factores por ingreso a las pandillas por acoso, venganza u obligación, no son tan significativos como los factores estructurales anteriormente mencionados?
M.C.:En algunos casos eso juega un papel, pero no es tan importante como a veces se piensa o se sugiera leyendo algunas historias. Los factores fundamentales tienen que ver con esas variables estructurales y tienen que ver con este momento crítico en la vida de las personas. Recuerden que estos son jóvenes que están en un proceso de transición personal. Están pasando de ser niños a ser jóvenes a ser adultos y están en un momento en que muchos de estos jóvenes buscan su propia identidad y autonomía; y la calle es lo único que encuentran que les da esa identidad y autonomía, de manera perversa, pero es lo único.
La diferencia es que todos nosotros como adultos pasamos por épocas de transición cuando éramos jóvenes probablemente hicimos de las cuales no nos sentimos tan orgullosos, pero no llegamos a cometer cosas de las cuales no podíamos echarnos para atrás, porque teníamos a nuestros padres, a veces a alguien que cumpliera ese rol de guiarnos y de protegernos.
En muchos de estos casos, estos jóvenes no tienen ese rol. Y estamos hablando de niños de 12, 13, 14, 15 años que por tratar de obtener cierta identidad, hacen este tipo de cosas. El problema es que llegan a un punto de cuando se dan cuenta de eso, ya es muy tarde. Eso usualmente ocurre a los 18, 19, 20, 21 años cuando dicen, “quizás no es la vida que esperaba”. Pero a esa punto ya es muy tarde en el sentido que ya han hecho muchas cosas que han afectado a otros, a la sociedad. El punto es, ¿cómo evitamos que suceda esto?
Háblenos sobre la muestra de este estudio.
M.C.: Esta es una encuesta que se hizo especialmente en centros penitenciarios del país, no se hizo con jóvenes de la calle porque era muy riesgoso hacerlo no solo para los entrevistadores, sino que para los jóvenes mismos.
En el caso particular de la Universidad Internacional de La Florida, nosotros seguimos unos protocolos muy estrictos de protección de los participantes de la investigación de los entrevistados, tanto como de los entrevistadores.
Por lo tanto, el estudio se centra en algunos de los pandilleros que están en las prisiones del país, centros de rehabilitación y cuyas edades oscilan entre los 13 y 50 años. La mayor parte está concentrada entre las edades de 15 y 25 años. Pero eso nos ha tenido tener una visión sin igual, porque no hay estudio que nos hablen con tantos pandilleros.
La mitad de la muestra fue realizada con jóvenes pertenecientes a la Mara Salvatrucha, alrededor del veti tanto por ciento era de la 18 Sureños, casi un 12 % de la 18 Revolucionarios y hay un porcentaje de miembros de otras pandillas pequeñas como La Mirada Locos, La Máquina; y este tipo de pandillas.
Con este estudio también se trata de romper con cierta percepción sobre que estos grupos tienen una influencia significativa de salvadoreños deportados que ingresaron a alguna de las pandillas en Estados Unidos.
L.E.A.: Lo que nosotros encontramos es que hay una vinculación muy menor con las pandillas de Estados Unidos y esto se corresponde con la lógica, al contrario de lo que se pueda creer. Muchos de los muchachos que se han incorporado a las pandillas se han convertido en pandilleros en El Salvador o en el Área Metropolitana de San Salvador o fuera de ella, que es parte del análisis que se hace en el trabajo.
Muy pocos se han convertido en miembros de pandillas fuera del país, en Estados Unidos específicamente, muy pocos han estado allá; y muy pocos mantienen comunicación con miembros de pandillas en Estados Unidos.
Lo que nos hace pensar es que esa lógica transnacional de las pandillas puede ocurrir, pero no creemos que suceda a una escala estructural de manera que todos tienen una clase de asociación con Estados Unidos. Aunque en su origen tiene explicaciones fuera del país, la configuración actual se explica por las condiciones nacionales, no necesariamente por lo sucedido fuera del país.
M.C.: De hecho, el 90 % de la gente que entrevistamos son nacidos y crecidos en El Salvador, es decir, no es que la mayoría de pandilleros vienen de Estados Unidos, sin duda hay algunos que son deportados, algunos que regresaron por voluntad propia, sin duda que se unieron a las pandillas en Estados Unido; pero la gran mayoría son producto de las condiciones locales y muy poco mantienen contacto constante con pandilleros fuera de El Salvador. De hecho, los que lo hacen, algunos de ellos son los que tienen más años en estar en la pandilla.
Basándonos en la muestra, ¿podemos hacer la lectura de que alguna pandilla tiene un despliegue territorial más grande que el resto? Por ejemplo, se muestra que más del 60 % de los miembros de la MS se incorporaron en el interior del país, mientras que los de la 18 Revolucionarios casi el 60 % se unieron  en el Área Metropolitana de San Salvador.
L.E.A.: Lo que hemos entendido usualmente es que la Mara Salvatrucha es una pandilla más numerosa que la pandilla 18, incluso cuando la 18 no estaba dividida en Sureños y en Revolucionarios. De esto hay distintas fuentes, en algún momento las policías de Centroamérica hicieron sus estimaciones sobre cuántos pandilleros habían en cada país y de cada pandilla. En el caso de El Salvador, siempre se pensó que la MS era la más numerosa. Uno puede deducir lo mismo por la cantidad de personas que guardan prisión en el sistema penitenciario, hay más pandilleros de la MS que de la 18.
Todo esto son aproximaciones porque como no tenemos una claridad absoluta sobre cuántos pandilleros en total hay en el país, las estimaciones que se han hecho han ido desde 10,000 en un momento hasta casi 60,000 en otro momento. Son variaciones demasiado amplias con respecto a la cantidad de pandilleros que hay. También hay demasiadas variaciones con respecto a cuántos pandilleros hay en cada pandilla. De manera que solo podemos aproximarnos al dato y la manera de hacerlo es a través del sistema penitenciario, sabemos que hay más miembros de la MS guardando prisión.
Ahora bien, con respecto a cuántos se meten, personalmente es algo que no hemos discutido y lo tenemos que pensar mejor; pero creo que todo movimiento de la Revolución, es decir, la división de la 18 entre Sureños y Revolucionarios es un movimiento que sucede principalmente en el Área Metropolitana de San Salvador, es decir, donde suceden los acontecimientos más significativos para que la 18 se divida; y por tanto es lógico pensar que es muy difícil encontrar a miembros de la facción revolucionaria fuera del Área Metropolitana de San Salvador.
De hecho, hay muchos trabajos relativos a la división que llevó a la división, uno de ellos está publicado en la revista de la Academia Nacional de Seguridad Pública, donde se puede ver que esto sucede principalmente en San Salvador. Esto no quiere decir que todo lo que tiene que ver con la revolución o con el movimiento revolucionario o con la facción Revolucionarios de la 18 sucede estrictamente en San Salvador, sino donde principalmente se concentra. Esta es mi impresión, lo estoy diciendo sin haberlo consultado con el equipo.
¿Qué tanta precisión tienen los datos que se presentan en este estudio sobre los miembros de cada clica?
M.C: Algunos datos que arroja la encuesta, por ejemplo es que algunas pandillas suelen decir que sus clicas son muy numerosas que otras. En este caso, dentro de las pandillas, la MS suele decir que sus clicas son más numerosas. De nuevo, estos números no son precisos, porque al final de cuenta está basado en encuesta de opinión, no está basado en un conteo real y eso sería imposible de hacer. Pero eso te dice un poco de la capacidad de algunas organizaciones pandilleras para tener dentro de su organización un buen número de personas y un nivel relativamente desarrollado de organización.
Sin embargo, el estudio no se concentraba tanto en eso, sino que se concentraba más en tratar de entender si algunos de los jóvenes que están en pandillas se pueden salir, ¿qué tiene que suceder para que se salgan?
L.E.A.: Y ese dato, como todos los demás, en una encuesta como esta, la ventaja que tiene es que como son tantas personas a las que hemos consultado, de hecho, se admite la posibilidad de que alguna persona o varias puedan mentir en el algún momento, ya sea porque quieren exagerar la cantidad de personas que integran su grupo para dar una impresión de mayor fuerza o en otros casos lo contrario, para intentar pasar desapercibidos y no generar muchas alarmas.
Pero lo que nosotros asumimos es que entrevistar a tantas personas es probable que uno o un grupo te mienta o falsee datos por alguna razón en caso o en otro, en una pregunta o en otra; pero sería muy complicado que todos se pongan de acuerdo para falsear un dato en una pregunta.
¿Cuál es la interpretación de los datos obtenidos sobre esta relación entre las iglesias evangélicas con pandillas?
MC: Fundamentalmente tiene que ver con que mucha de la gente en nuestra muestra son personas que están en proceso de dejar la pandilla o “calmarse” y dentro de este grupo incluso el porcentaje de afiliación a las iglesias evangélicas es muy alto, de hecho es el más alto, por eso aparece fuertemente el tema de las iglesias evangélicas.
Sin embargo, en el grupo de los miembros activos de las pandillas ahí está más equilibrado, por ejemplo, hay porcentaje que sí pertenecen a iglesias evangélicas, hay otro porcentaje que pertenece a la Iglesia católica y las diferencias no son tan grandes; y luego hay un buen porcentaje dentro de ese grupo –quizás la tercera parte- que dice que no tiene religión alguna, eso dentro de los miembros activos.
Cuando incluimos dentro de la muestra los miembros no activos, la religión juega un papel muy importante porque muchos de éstos que no son activos no lo son porque en parte están en un proceso de conversión religiosa…obviamente acá hay mucha tela que cortar pero lo que muestra el estudio es que la religión puede jugar un papel importante en los procesos que teoría criminológica se llama desistencia pandilleril que es el proceso de dejar la pandilla, entonces la religión en nuestro país puede jugar un rol importante y eso es lo que demuestra el estudio.
¿Qué factores identificaron que un miembro de pandillas quiera salir de estas organizaciones?
L.E.A.: Nosotros creemos que hay varios factores, uno ellos tiene que ver con la experiencia religiosa, la posibilidad de dejar la vida pandilleril. Otra cosa tiene que ver con la obtención o mantenimiento de un empleo, en este caso informal, de modo que haya posibilidades de tener oportunidades productivas.
Lo que nos parece interesante, porque cuando les preguntamos qué clase de trabajo les gustaría tener, muchos se ven como trabajadores por cuenta propia o pequeños empresarios, ven más atractivo tener la posibilidad de una actividad independiente que vincularse a un trabajo formal.
Además de eso, la cantidad de años que habían permanecido en las pandillas y por tanto un cierto sentido de desgaste y cansancio con respecto a la vida pandilleril.
Por último, el momento que habían ingresado a la prisión. Nos resultó interesante ver en la medida en que eran ingresados en el sistema penitenciario por primera vez, teniendo un poco de más edad, resultaba un elemento disuasivo mucho más pesado o decisivo que si ingresaban al sistema penitenciario muy jóvenes porque siendo jóvenes la entrada al sistema penitenciario se interpreta de una manera distinta, tiene una lógica diferente, hasta sirve y tiene una lógica funcional para seguir avanzando en los méritos dentro de la pandilla.
Con ello tenemos una serie de condiciones que hacen posible que una persona salga, eso combina condiciones objetivas y subjetivas. Las condiciones materiales y las herramientas para vivir, subsistir, son importantes, en este caso el empleo informal. Pero también llenar una serie de necesidades subjetivas, psicológicas, incluso afectivas; y esto tiene sentido porque ingresan en buena medida por razones de este tipo y cuando salen sucede que estas mismas circunstancias hacen posible que abandonen.
Por ejemplo, preguntamos las razones por las que ingresan, muchos responden por estar con un grupo de amigos, porque estaba cercano a este grupo de personas o llenan necesidades de construcción de identidad, personal y de grupo. Y cuando les preguntamos, ¿qué obtuvieron? Muchos dicen que obtuvieron autoconfianza y cuando preguntamos ¿Qué pedirías ahora que estás en esta condición para salirte? respondían que crean en nosotros, que no nos discriminen. Estas condiciones psicológicas resultan ser importantes tanto como las condiciones materiales que se les puedan ofrecer para salir [de las pandillas]
M.C.: Mucha gente puede preguntar, pero si ellos buscan un grupo de referencia, ¿por qué se meten a la pandilla y no a otro grupo de amigos? Lo que sugiere el estudio es que la pandilla es lo único que existe en esos ambientes. No es que los jóvenes en muchas de las comunidades empobrecidas de nuestro país tengan distintas opciones de grupos de referencia, la pandilla es un grupo que ejerce un poder totalizante en las comunidades, llenan un vacío afectivo que cuando ellos se quieren salir de las pandillas, las pocas opciones que llenan esos vacíos afectivos son las iglesias porque tiene la oportunidad de ofrecer esa experiencia totalizante, no es solo la conversión que van a seguir a Jesús o son cristianos, sino que la comunidad religiosa está presente siempre, es un grupo de referencia, les provee apoyo espiritual, psicológico, material, ayuda a conseguir trabajo…es una red social, hay un pastor que está pendiente, personas que están pendientes y eso permite que muchas de éstas experiencias religiosas sean exitosas…eso es lo que explica que dentro de las opciones para salirse de la pandilla sean las que más se señalan       
L.E.A.: Respecto a grupos de referencia alternativos a las pandillas para que los jóvenes puedan vincularse, no hay. Teniendo en cuenta que existan oportunidades no solo a la edad de la juventud, sino que muchos de ellos empiezan a tomar contacto desde más pequeños. Entonces, qué alternativas hemos construido no solo para los jóvenes, sino para los niños. ¿Quiénes son los modelos o las figuras de referencia? Considerando que en muchos casos el padre o la madre no puede estar porque debe trabajar. La referencia no solamente es importante a la altura de la juventud, sino cómo se ofrecen alternativas desde la niñez.
Miguel Cruz es coordinador de la investigación “La nueva cara de las pandillas callejeras: El fenómenos de las pandillas en El Salvador”. /Foto: Josué Parada

¿Qué cosas son capaces de romper ese todo que es la pandilla, es decir, los factores que juegan un rol protagónico para que estas personas empiecen a creer que puede existir algo más que la pandilla?
M.C.: Para responder de manera simple, la base de eso es la maduración psicológica. Es el hecho que estas personas llegan a un punto donde por su propia voluntad y evolución biológica se dan cuenta de lo que han estado haciendo no era lo adecuado;  a veces se dispara por un evento en particular, pero es el nivel de maduración de la persona, para ponerlo de esta manera: si sometes a un joven menor de 16 años a estos eventos como el hecho que le maten a un amigo, que lo metan a la cárcel, se escape de morir…si ellos pasan por este evento (menores de 16 años) lo que va a pasar es que ellos quieren seguir y mostrar que son pandilleros y tiene su identidad bien puesta…cinco años más tarde, a los 18 años, 21 años…les sucede eso, genera una respuesta distinta porque psicológicamente el joven ya está en otra etapa de la vida…
Como decía anteriormente, a muchos de nosotros nos ha pasado cuando éramos jóvenes cuántas veces no hicimos cosas estúpidas, entre 13 y 18 años. ¿Por qué lo hicimos? Es propio de la edad, hacemos cosas riesgosas, queremos mostrar que somos valientes…pero al final teníamos una red social que permitía que no fuéramos más allá, es decir, no cruzar ciertos umbrales que después nos arrepintiéramos.
El problema con muchos de estos jóvenes es que viven en un contexto social donde esa red no existe y cuando son niños empiezan haciendo unas cositas, en la medida que aparecen los cambios biológicos -ellos quieren simplemente ser reconocidos- y en ese proceso de reconocimiento en el ambiente que están van a hacer cualquier cantidad de cosas terribles…si sobreviven a estas cosas, llegan a los 21 años caen en la cuenta y algunos nos dicen así: “Yo pensaba que no llegaría a los 21 años y todavía estoy vivo y ahora me estoy preguntando qué voy a hacer con mi vida”. Para muchos que los hayan metido presos o escapado a matar eso los hace cambiar pero tiene que suceder en ese momento específico de la evolución.
L.E.A.: La pregunta de fondos es, ¿qué tiene que pasar para que salgan? Un proceso individual que en lo personal supone una maduración y una manera distinta de verse a sí mismos y su pertenencia al grupo, en la encuesta les preguntamos qué tan importante es la vida pandilleril y nos damos cuenta que lo es antes de los 16 años y esta importancia se va relativizando o va en descenso al punto de ser poco importante cuando ya son adultos, arriba de 36 años. Eso certifica que hay un proceso individual, de maduración de una manera distinta de entenderse a sí mismo de verse a sí mismos.
A eso agregaría un factor de tipo grupal, su relación con la pandilla. Esa relación debe tener una relación importante. Lo que hemos visto es que los pandilleros cuando buscan una oportunidad de salir, en opinión de una cantidad relevante de los encuestados, se activa un proceso de supervisión de la forma en la que van a comportarse. La pandilla estará pendiente de cómo se comporta esta persona que se dice haber abandonado la vida pandilleril. Esto solo se puede conseguir si una persona ha hechos los méritos suficientes como para optar a la posibilidad de salir y la pandilla supervisa ese proceso.
Hay otras personas -siempre en clave de relación con el grupo-  que toman la decisión de salirse, hay un grupo que dice “nos salimos”, eso supone una clase de relación con la pandilla que están en posibilidad de desafiar la autoridad o liderazgo de la pandilla. Como sea que fuese, hay que replantear la relación de la persona con el grupo, esto coincide con el proceso de maduración personal, este cambio de la relación con el grupo no se hace en los primeros años, se hace con el tiempo una vez han tenido un recorrido en la pandilla.
Un tercer tipo es de carácter societal, qué condiciones ofrece la sociedad. Ahí es donde se activa la red de apoyo, la posibilidad de pertenecer a un grupo; porque llamarse “expandillero” dice lo que no soy ahora (no soy pandillero) pero no dice nada de lo que soy en este momento, entonces eso lo ofrecen las redes de apoyo, entre estos la iglesia, soy miembro de un nuevo grupo que te acoge y es distinto al anterior.
¿Por dónde pasa la construcción de esa red social para la reinserción de jóvenes pandilleros y quiénes a criterio de los datos obtenidos en el estudio deben llevar esa responsabilidad?
M.C.: Para contestar a tu última pregunta, debe llevarlo el Gobierno en términos de generar políticas que creen las condiciones para hacerlo, pero quien lo tiene que implementar -en la práctica- son las comunidades, las organizaciones, las iglesias. Esto no se puede hacer si el Gobierno no pone en marcha políticas que permitan a las organizaciones hacer este tipo de cosas…es decir, hay muchos jóvenes que llegan a una edad en que de veras se quieren salir de la pandilla y comienzan su proceso de negociación con la pandilla para poder hacerlo de una manera que no les genere demasiado riesgo inminente; el tema es que en ese punto deberían de haber los contextos y espacios para que ellos puedan hacerlo…pero en general no encontramos eso, lo que nos dicen los jóvenes es que no encuentran esos espacios más allá de las iglesias.
Obviamente eso no es fácil, es un gran desafío en un país como El Salvador en el cual hay un gran cantidad de jóvenes integrados a las pandillas, donde también hay una gran cantidad de víctimas de ellos…cómo reconcilias ese tipo de cosas y cómo creas condiciones para que ese tipo de procesos no generen más heridas dentro de la sociedad, eso es parte de una discusión que también hay que tener. No es un proceso simple ni es un proceso que esté en manos de un solo actor.
L.E.A.: El Gobierno en este tema, como en otros, está obligado a establecer las reglas del juego. Si se va a hacer un trabajo con estos grupos hay que establecer marcos legales apropiados para ello, hay que disponer de las estrategias que enmarquen todo el trabajo; pero el Gobierno no tiene que ser en este tema el único implementador de todo lo que operativamente se lleva como producto a las comunidades, perfectamente se puede apoyar en otros. En este tema creemos que un aliado importante son las iglesias pero también las ONG de desarrollo que aparecen en los resultados del estudio como actor legítimo y confiable para hacer este tipo de trabajos, entonces el Gobierno no tiene necesariamente que llevar adelante todo el trabajo operativo.
Hay que recordar que el gobierno tiene sus restricciones por asuntos de recursos o tiempo, tiene limitaciones. El Gobierno no puede estar en todas partes, en cambio la cobertura que despliegan las iglesias por su estructura, muchas de ellas organizadas por células que trabajan en casa, les permite una presencia en los territorios muchos más amplia que el que tiene en muchos casos el gobierno. Entonces, no aprovechar las posibilidades que ofrecen las formas en que están distribuidas las iglesias, oenegés y otros actores con características similares que podrían sumarse a este trabajo; en este sentido la implementación concreta de acciones no tiene que ser necesariamente el gobierno quien las lleve a cabo.
M.C.: No sólo las iglesias a nivel territorial, sino que lo podemos ver en otros actores que no se piensan pero que pueden jugar un papel relevante a nivel territorial como son las escuelas. Las escuelas pueden jugar ese papel porque tiene presencia en todo el país y atienden a esta juventud, el problema es que no hemos pensado en ellas en esos términos más bien las pensamos como lugares de refugio de los jóvenes de las pandillas; pero qué tal si pensamos las escuelas como centros para un proceso de rehabilitación de los jóvenes de las pandillas, eso requiere trabajo muy fuerte y liderazgo, creo que es importante plantearlo.
¿A criterio de ustedes como investigadores que realizaron el estudio cuál es la utilidad que le deben dar a este tanto la INL, el Gobierno y los medios de comunicación?
MC: En principio, debatir internamente sobre las opciones de política que pueden existir, personalmente estaría muy contento si el estudio es usado como una referencia de evidencia con respecto a las cosas que hay que tomar en cuenta a la hora de construir políticas y acciones, no es sólo en función de ciertas percepciones o de ciertas prácticas, sino que el estudio ofrece datos concretos, recogidos sistemáticamente y científicamente. Usemos esos datos para intentar responder de manera alternativa a un tema tan complejo como las pandillas.
L.E.A.: Los datos que se ofrece en el trabajo tienen una utilidad  en dos momentos: antes que las personas se involucren con las pandillas y qué hacer cuando ya han cumplido ciertas características o rasgos que ya describimos para que terminen de dar el paso y poder desligarse. La evidencia que se ofrece sirve para saber qué es lo que hay que hacer antes de que las personas entren en la dinámica pandilleril y eso sucede a edades muy tempranas 6, 7 y 8 años de edad distinto a lo que antes se creía que la edad crítica era un poco más allá en la edad de la adolescencia, lo que vemos es que hay un momento previo que es clave y es en la niñez.
La UCA ha traducido libro “Las pandillas como movimiento social” que aborda la historia de los Kings y Queens Latinos en la ciudad de Nueva York de cómo pasaron de ser organizaciones criminales a ser un movimiento social. ¿Qué tan viable es que las pandillas salvadoreñas puedan pasar de organizaciones criminales a un movimiento social o político?
M.C.: Personalmente creo que son contextos distintos, no me atrevería a decir que hay condiciones en este país para que se consideren como un movimientos social o político, lo dejaría ahí.
L.E.A.: Francamente no sé si hayan condiciones, como dice Miguel, creo que no. Lo que sí parece obvio es que antes de pensar en una alternativa como esa, diría volver a lo básico como condiciones de vida, oportunidades. Me parece atrevido plantear una salida como esa cuando ni siquiera hemos terminado de entender si tienen o no intereses políticos; no estamos seguros si son grupos que tienen una manera de entender a la sociedad que les permita convertirse en movimiento social, creo que ni siquiera terminamos de entender con una mínima claridad qué son las pandillas y sus contenidos políticos y sociales para saber si van en ese sentido.            
 

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