Un grupo de vecinos de la comunidad repelió a tiros a un comando del grupo criminal que trataba de extorsionarlos

Un enfrentamiento armado entre un grupo de civiles y miembros de la Familia Michoacana dejó al menos 14 muertos y 4 heridos este viernes en el municipio de Texcaltitlán, en el Estado de México.

De acuerdo con las primeras investigaciones, el tiroteo se produjo tras una negociación fallida entre los vecinos y los criminales, quienes trataban de extorsionarlos. Los vecinos se habían reunido con los sicarios para tratar de resolver la situación, pero el encuentro derivó en un enfrentamiento a tiros y cuchilladas.

En el video difundido en redes sociales, se observa un campo de fútbol de tierra en un barrio humilde al que llegan cada vez más vecinos que rodean dos coches rojos y a las personas que hay cerca. En la grabación se escuchan gritos de fondo, los grupos se increpan entre ellos. La multitud se echa encima de los hombres más próximos a los dos vehículos. Se escuchan decenas de tiros, un sonido seco, y a muchos de los vecinos huyendo del tiroteo.

Los vecinos que se quedan en su mayoría van armados con bastones y machetes. Algunos llevan también pistolas y lo que parecen fusiles de caza. Varios hombres apalean a otro que ha caído al suelo con garrotes y cuchillos largos. La cámara se mueve y deja ver el resto de la calle, que parece una zona de guerra: grupos de personas corriendo, sonido de tiros, gente disparando al aire.

“Ya tiraron a uno ahí”, se oye decir a la persona que graba. Un joven con camiseta roja y el pelo amarillo es arrastrado al suelo de un camino por decenas de hombres que lo golpean y lo patean mientras el polvo se levanta, hasta que el chaval ya no se mueve. Las imágenes son crudas, borrosas y de poca calidad, pero ofrecen un pequeño vistazo de dos minutos al campo de batalla en el que se ha transformado Texcaltitlán este viernes.

La masacre no ha sorprendido a la comunidad, acostumbrada a vivir entre las extorsiones del crimen organizado y la amenaza de las balas perdidas. Los límites del Estado de México con Michoacán y Guerrero son desde hace años una zona minada, asediada por la violencia de los cárteles y la ausencia de una respuesta estatal a la grave crisis de seguridad que asola la región.

La Familia Michoacana se ha hecho fuerte en Tierra Caliente y cada poco tiempo vuelve a las primeras planas de los periódicos con alguna nueva prueba de agresividad extrema. Desde hace más de una década el grupo criminal permanece enquistado en la región, a pesar de la mayor fortaleza de otros grupos rivales como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Pese a la persecución de las autoridades, que de vez en cuando atrapan a alguno de sus cabecillas, la organización sobrevive y prospera: algunos indicios indican una expansión más allá de sus fronteras.

La lista de asesinados y masacres aumenta, también el número de personas que se ven obligadas a sobrevivir con la constante extorsión del crimen organizado en su día a día. La nueva masacre de Texcaltitlán solo vuelve a poner a las claras una realidad ignorada, que regresa a la conversación pública cuando el calibre de las matanzas hace que mirar a otro lado sea imposible, para traspapelarse poco después en un día a día de violencia que parece no tener fin.