Relación medico-paciente y política.

Introducción

¿Existe una rivalidad esencial entre médicos y pacientes? ¿En la realidad salvadoreña, los médicos y los pacientes constituyen sociológicamente clases contrapuestas? ¿Se configura alguna base material histórica que imponga una lucha de clases entre médico y paciente? ¿Hay algún determinado sector de poder fáctico en la sociedad salvadoreña que se beneficie de un conflicto entre médicos y pacientes?

A estas interrogantes se pretende aproximar seriamente en este artículo, intentando aportar razonamientos como insumos preliminares en la respuestas de las mismas.

Como una inferencia hipotética operativa, se puede afirmar: históricamente el Estado salvadoreño bicentenario, en su verificable atenuación como poder fáctico, dada una colusión con las élites económicas dominantes en cada una de sus etapas respectivas, no solo no les ha bastado condicionar un agresivo individualismo médico; sino, esa misma confabulación estado-mercado ha permitido, sea por omisión o comisión, la  germinación de una pérfida confrontación entre pacientes y médicos.

Desde los médicos. Un individualismo médico condicionado estatalmente.

Un individualismo médico se refiere a una tendencia del grupo médico a la atomización, es decir, a la actuación . Para comprobar esto, implica una aproximación sociológica de tal tipo de especie del homo academicus, según Bordieu. (Bordieu, 1984). Así, para tratar de explicar la fenomenología del grupo sociológico médico, se debe partir de varias premisas, unas, como verdades ya resabidas y otras como propuestas para el desarrollo de hipótesis operativas, a saber:

– El Estado de un país, perfila un determinado tipo de sistema médico generando las condiciones socioeconómicas para su desarrollo o su involución. En el caso de El Salvador (y probablemente Latinoamérica) el Estado por dos siglos ha optado por abandonar al gremio médico a su suerte, empezando por no brindarle las condiciones laborales dignas de su profesión hasta el ataque histórico de la institución académica que lo forma.

– El sistema médico consiste en la conjunción de estructura (educación, personas, equipo) y procesos (políticas, reglamentos y protocolos) para recuperar la salud. Este se ha forjado poco a poco a golpe de escasos funcionarios en cada etapa gubernamental, impulsos de alguna cooperación internacional y apoyo de algunos colegas solidarios, aparte de alguna presión internacional interesada.

– Aprovechando el río revuelto anterior,  el sistema mercantil ha pervertido al sistema médico, desnaturalizando su esencia terapéutica para volverlo un ente de negocio. Es decir, la ideología mercantil transmuta los estatus y roles de las organizaciones sin fines de lucro, las instituciones como economía, política, educación y salud, todas degenerando su identidad y asignando precio a cada resultado en detrimento de su esencial valor. Todo se vende y se compra. El que paga pega y solo quien tiene el dinero pide la canción.

– Paralela a ello, dada la inercia del avance médico en El Salvador por los elementos ya expuestos, y agregado a ello, las enfermedades y avances científicos-tecnológicos, muchos ciudadanos son criados con el sueño de ser médicos  por sus familias y para ingresar a ese sistema médico, como cualquier gremio profesional, se requiere educación formal. En El Salvador, la mayor parte se forma en la única universidad pública (ignorada y estatalmente golpeada) y una parte considerable en universidades privadas.

Esta situación histórica, abre la posibilidad de sospechar el origen del fenómeno ideológico híbrido dentro de las cosmovisiones médicas, mecanismo que opera mediante la intersección entre diferentes valoraciones de la realidad, la del mercado infectando con su visión capitalista mercantil: la calidad de la medicina es proporcional a la cantidad de dinero que se paga; el ideológico odio impregnado contra el Estado apático a la salud y cómplice neoliberal y el acceso directo a una perspectiva crítica ante la realidad de abandono de la salud del paciente por parte del Estado.

– Luego el médico, ya con su respectiva tendencia ideológica preformada, como «de-yecto», caído o lanzado en su realidad social, (retomando a Heidegger, 1930), abriéndose paso en el mercado laboral teniendo pocas opciones, la hermética práctica pública, la selva darwiniana negocio o el campo misionero de atención a los marginados.

Partiendo de ese amasijo de precaria realidad,  se configuran múltiples  variedades en las que un médico puede ejercer su práctica, ya sea pública o privada. Sea como médico a tiempo completo en la misma o diferentes institución del Estado, siendo, desde un médico operativo hasta un director o subdirector, también como empleado de clínicas u hospitales privados, a su vez, pueden establecerse como emprendedores, y unos muy pocos como accionistas mayoritarios de grandes consorcios en la empresa de la medicina, ejemplo: cooperativas financieras, hospitales, farmacias y otros rubros asociados directa o indirectamente con el negocio de la medicina. Unos cuantos (con o sin vocación en la enseñanza), también optan por la práctica docente, queriendo agenciarse unas cuantas horas extras.

Así, el médico no funciona como gremio, sino como un llanero solitario, un bravo zorro, un profesional cuya praxis dicta: sálvese quien pueda; cada quien haciendo lo que bien le parece; unos siendo exitosos como accionistas mayoritarios, otros, con tres o cuatro trabajos para sostener una vida burgués; y eso es peor para el médico en formación, adentrándose en la selva, siendo aplastado por cada individualidad médica con la que se cruza y sobreviviendo con la ayuda humanitaria de algún que otro samaritano médico. Así, el médico está en el solipsismo superlativo. Eso explica (y refuerza a su vez la tesis) de la dificultad titánica de conformar un gremio organizado.

Desde el paciente. Abandono estatal de la salud del paciente.

El caso del paciente es más crítico, dado que el forma parte de un sistema de salud con doscientos años de vergonzante abandono. Mis tesis y sustento del tal se describen en un artículo que recién se ha publicado en una revista universitaria, para tener acceso al documento completo acceda al link siguiente: https://revistas.ues.edu.sv/index.php/rcs

De la confrontación

Así, el médico como parte de una clase burgués a la cual el Estado le dio la espalda y lo entregó a merced del mercado capitalista y las pacientes grandes mayorías cuya salud nunca ha sido prioridad del Estado.

Así el médico parte de un sistema médico público sobreviviente y el paciente víctima de un sistema de salud fallido chocan para abrir paso a la confrontación.

De esa manera se ha inducido y conducido en una ideología de cruda confrontación, haciéndoles considerar que los médicos pertenecen a una clase alta y los pacientes están debajo en esa jerarquía. Es un sutil subterfugio que pretende generar un efecto depredador, ya sea viendo al médico como el cruel opresor y al paciente como el oprimido encadenado a su inclemente estetoscopio.

Lamentablemente, ese espectáculo cotidiano de arena romana en aún muchos consultorios públicos donde se les impone una lucha al médico contra paciente no es una metáfora, es la cruda realidad. En los últimos casi doscientos años, el Estado oligárquico salvadoreño (poder político desproporcionado, pocos sobre muchos) cooptado siempre por terratenientes añileros, algodoneros y cafetaleros, luego banqueros, comerciales e industriales, un espectro de dueños del mercado, ahora neoliberal (el mercado omnipotentemente libre) impone esos roles a la relación sociológica médico-paciente. Es un sistema económico que se nutre de ese conflicto predatorio. Un sistema desigual y sin equidad con carencias para la mayoría y excesos para unos cuantos pudientes. Así ha sido por diez décadas. Y si bien, es indiscutible que haya médicos elitistas, los cuales no son ni la mayoría ni muchos, también hay pacientes que pertenecen a élites. Y al igual que hay pacientes politiqueros, también hay médicos que juegan a la sucia política.

Eso significa que ese intento de provocar en El Salvador un pleito político, sociológico y clasista encarnizado entre el paciente y el médico, no solo es infundado y espurio sino malintencionado, asimismo obedece a una tendencia histórica concreta desde un sistema que se nutre del conflicto entre los que saben de medicina versus los que saben de salud. Un sistema estatal con una dinámica carencial para las grandes mayorías de agua potable, trabajo digno, seguridad alimentaria, control vial, sanidad ambiental, donde solo le ofrece lo sue sobra (si sobra), desarrolla un resentimiento que se canaliza contra los que intentan recuperar la salud haciendo de las tripas que se les asigna, corazón. 

Por tanto, en el contexto de un adefesio sistémico: oligárquico (poder en una pírrica élite), feudal (élite propietaria dueña del poder), capitalista (élite que acumula poder) y neoliberal (libertinaje mercantil para el poder de la élite) se fomenta una idea-espejismo que generaliza a los profesionales de la medicina como parte de esa élite pudiente con la premisa: «todos los médicos son elitistas y gozan de una vida acomodada, no les interesa el paciente, solo hacer dinero a costilla de ellos, no estudian para ayudar al enfermo sino para hacerse ricos», y, ahí, se revela el espejismo, cuando se habla de «todos», «la mayoría», aún, «muchos» pero soslaya a las grandes mayorías de proletarios médicos que bregan sin salario digno, exprimiendo su vida para sustentar su familia y ejercer su profesión.

¿Solución?

El Estado debe dejar de ser lo que fue un cómplice y convertirse en un mediador que fortalezca el sistema médico, unificándolo, mediante lo que les une a cada profesional de la salud, condiciones laborales dignas para el ejercicio de su profesión y que retorne a su prístina esencia, gestionar la salud para el paciente. Todo lo demás es politiquería de comentaristas en el ring donde se debaten los médicos versus pacientes.

Aldo Hernández es Doctor en Medicina. 
Maestro en Métodos y Técnicas de Investigación Social.
Posgrado en Pedagogía.
Profesor universitario de Anatomía Microscópica de la Universidad de El Salvador. 
Coordinador de Clínica Metabólica local del ISSS.