¿Quiénes son los pandilleros salvadoreños?

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2 julio EICE La Unión 3

La Universidad Internacional de Florida de Estados Unidos hizo público un estudio, el cual está basado en una encuesta realizada a 1,196 personas con historia de afiliación a una pandilla y más de 30 entrevistas en profundidad con diversos actores, con el objetivo de entender desde adentro a estas organizaciones.
Además, este «estudio se basa en investigaciones académicas previas sobre pandillas en El Salvador y Centroamérica, así como en la literatura de criminología sobre pandillas juveniles».
El estudio, que fue realizado por el Centro Kimberly Green de Estudios para América Latina y el Caribe (KG-LACC) y el Instituto Jack D. Gordon de Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Florida, con el apoyo de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), pretende contestar desde las propias voces de los miembros, exmiembros y aspirantes a pandilleros las causas de incorporación a estos grupos y los factores que influyen a realizar un proceso de deserción de estas estructuras.
«Desde el punto de vista de los miembros de pandillas y de los ex-miembros de pandillas, las principales razones por las que la gente sigue uniéndose a las pandillas todavía giran en torno al entusiasmo de ‘vacilar’ con sus compañeros y a la generación de respeto social y reconocimiento en la comunidad», señala la investigación.
La encuesta dice que siete de cada diez entrevistados vienen de hogares con un sueldo mensual de menos de $250 y más de un 80% no ha tenido un trabajo regular, ni en el sector formal ni en el informal. Además, la mayoría de los encuestados vienen de familias disfuncionales y desintegradas.
El estudio enfatiza que los jóvenes continúan uniéndose a estas estructuras porque proporcionan bienes que no fueron dados por sus propias familias y la comunidad, tales como «amistad, protección, recursos económicos y confianza en sí mismos».
De todos los encuestados, el 49 % afirmó pertenecer o haber pertenecido a la pandilla MS-13, el 23% a la 18 Sureños, el 11% a la 18 Revolucionarios; y el 17 % a otras pandillas como la Mirada Locos, la Mara Máquina, la Mao-Mao, entre otras.
Además, esta investigación bota una de las percepciones que se tiene sobre que estas estructuras están compuestas por salvadoreños deportados de Estados Unidos. Casi todos los encuestados afirmaron haber nacido y crecido en El Salvador.
Por otra parte, la investigación señala que hay dos formas de entender la salida o separación de la pandilla. Por un lado, un miembro puede «calmarse», lo cual se entiende como dejar de participar en actividades de la pandilla, pero a pesar de ello son considerados miembros de estas estructuras; y por otra parte, los que se alejan completamente de las pandillas se les conoce como «desertores», quienes abandonan completamente el vínculo con estas organizaciones.
Hay dos factores principales para buscar una salida de las pandillas, el primero es si un miembro de pandilla es encarcelado por primera vez en edad adulta; y el segundo, cuando sus miembros comienzan a tener diferentes dificultades en la vida pandilleril en una edad adulta.
La salida más aceptada de estas estructuras es a través de la incorporación a una iglesia, en especial a las llamadas evangélicas. Sin embargo, la pandilla realiza un control y acoso a los que se retiran de la organización pandilleril.
Sin embargo,  tratar de reinsertarse a la sociedad conlleva otros obstáculos para los que salen de las pandillas, entre ellos, se encuentra la «ausencia total de habilidades personales para trabajar en un trabajo estable, la falta de oportunidades viables para la formación y el empleo, la amenaza constante de antiguos rivales de pandillas, el hostigamiento de la policía y de las fuerzas de seguridad, y la discriminación social por sus actos pasados y su apariencia».
Por otra parte, el 58% de los encuestados opinaron que la iglesia es la organización más apropiada para dirigir programas de rehabilitación,  el 23.1% afirmó que las ONGs deben dirigirlos y solo el 9.8% de los encuestados respondió que el Gobierno debería dirigir estos programas de rehabilitación.

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